Se centra en las imprudencias que se cometen a diario y que ponen al descubierto nuestros secretos más precidados, imprudencias que podrían publicar eso que todo el mundo quiere ocultar. En este caso habla de una conocida periodista (en su pais), de la que afortunadamente (sobre todo para la descuidada periodista) no nos comenta el nombre, que ha dejado su vida privada abierta de par en par al vender su vieja computadora.
Y no es sólo el riesgo de que un disco duro viejo y abandonado contenga información que no ha sido debidamente eliminada, o que al nuevo dueño de nuestro viejo ordenador le baste una inocente llamada con un problema falso («necesito tu contraseña de sesión para formatear y reinstalar el sistema») para que le demos la contraseña. La ingenieria social no es nueva, y es tan efectiva que para Mitnick es lo más efectivo («el 70% de la gente aceptó revelar la contraseña de su ordenador a cambio de un bolígrafo»).
El problema es que el riesgo no proviene de unas fotos subidas de tono con nuestra pareja, o de almacenar información del trabajo en nuestro pc (bueno, no proviene sólo de eso, quiero decir…), el riesgo de sufrir un abuso (más aún cuando se es una personalidad pública, como una presentadora de televisión o un diputado) es que cualquier registro de una conversación por MI, por Skype, cualquier e-mail en el que trates cuestiones de agenda es el punto de partida perfecto para sufrir un abuso.
Por si aún hay alguien que no ha entendido la moraleja de esto: ¡Hay que borrar todos los datos antes de desprendernos de nada! Lo mismo un viejo ordenador, que un teléfono móvil aparentemente roto, que una vieja cámara digital o un usb, por pequeño que sea. Borrarlo todo (bien borrado) antes de tirarlo es un primer paso en la dirección correcta para mantener nuestra intimidad ahí donde debe estar: En nuestra intimidad, alejada del dominio público. Y por supuesto, hay que tener cuidado con lo que hacemos por ahí.