[En Twitter] no existe la cultura de la atribución que sí suele existir, por ejemplo, entre los blogs de Internet.
– María González, en Genbeta.
Culparía a la infiltración y devaluación que Creative Commons supuso para el concepto de conocimiento libre, pero no lo tengo claro: en Twitter hay muchos usuarios que se perdieron aquellos debates sobre replanteamiento de la propiedad intelectual, y sobre cómo incentivar y potenciar la creación de un acervo libre.
O no estaban ahí, o estaban a otra cosa, da igual. El asunto es que pudo producirse una transformación radical del modo en que concebimos y aplicamos la propiedad intelectual, pero en ocasiones encontramos actitudes deshonestas en la que se defiende el asalto a la propiedad intelectual ajena tan sólo porque exculpa al que la asalta, que por lo demás cree que lo que está haciendo es injusto aunque lo hace, y no porque haya tenido lugar una reflexión profunda sobre la necesidad de la propiedad intelectual y qué partes son las que hay que reutilizar para adaptarla a los nuevos tiempos.
La atribución y los derechos morales han de ser muy cuidados si queremos justificar que en un entorno digital, donde la copia es sencilla y su coste tiende a cero, no tienen sentido esos derechos patrimoniales de explotación en exclusiva durante décadas y décadas.
¿Entre qué blogs? Ya no existe cultura de blogging, quedan viejos bloggers como quedan viejos rockers. Algunos patéticos otros dignos. El rock and roll como movimiento es algo más muerto que el propio Elvis. Si durante algún tiempo alimentó sueños de estilos de vida liberadores que pueden repetir aún hoy día versionadores del movimiento con cierto – y asombroso – prestigio como Miguel Ríos o Loquillo, no es otra cosa que por marca personal. Los conceptos de la ética blogger murieron con Twitter y Facebook los sepultó. Y no era otra cosa que el rigor de la redacción de las revistas científicas: cita la fuente, reconoce al autor si no quieres ser expulsado de la comunidad de los resptables. Así que queda un residuo de bloggers que vive en un mundo parelelo cuyas conexiones para tener un impacto llamémosle social o generalista han quedado rotas: si en los ochenta tenías un grupo, en los noventa hacías un corto y en los dos mil blogueabas. En los dos mil diez vas a festivales, montas en bici y te dejas barba. Al menos de lo que se llamaba blogosfera, algo que tendía a generar un estado de opinión entre personas de talento que cubrían un amplio espectro, hablamos de un cadaver ruidosamente ignorado.