Copio-pego desde Escolar.net
Hubo un tiempo en el que la radio fue tan libre como ahora es Internet y en las ondas no había ni Dios ni amo. Todas las emisoras eran piratas, pues no había ninguna legal. No hacía falta una licencia para emitir y cualquiera que tuviese el dinero necesario para comprar los aparatos podía proyectar su voz en el espectro electromagnético. Así fue hasta que el Titanic se hundió, en 1912.
Nadie escuchó a tiempo el S.O.S que envió el buque tras chocar con un iceberg y la comisión de investigación del Congreso de Estados Unidos culpó en parte de ello a las interferencias que provocaban las radios amateurs. Ese mismo año, apenas unos meses después del hundimiento del trasatlántico insumergible, Estados Unidos impulsó la primera regulación para controlar la radio, que después adoptaron otros países. Desde entonces, hace falta una licencia del estado para poder emitir. En 1912, el número de emisoras en Estados Unidos disminuyó de varios miles a unas pocas decenas. La radio pasó la edad de la inocencia. ¿Le toca ahora a Internet?
El tema está claramente relacionado con el peligro que ahora se cierne sobre internet, con el congreso estadounidense mirando hacia otro lado mientras cambian libertad por propaganda, como sucede actualmente en todos los sistemas de comunicaciones.