La izquierda francesa hace suyo el famoso «trabajar más para ganar más» que Sarkozy hiciera famoso en 2007, dejando de lado el sueño aristócrata obrero –encarnado por funcionariado y sindicalismo– que aspira a vivir sin trabajar. Al mismo tiempo conocemos el espeluznante dato de que en Portugal cerraron casi 4000 empresas durante 2010 (11 al día) mientras Sócrates reconoce el nuevo rol brasileño y reclama a Dilma Rouseff más mimos e inversión brasileña en el día mismo en que comenzó a ejercer su presidencia. El mismo Sócrates que demuestra que no escarmienta en cabeza ajena y anuncia el impulso estatal frente a la crisis bajo la forma de obras públicas, como ya hicieran en aquel país cuya dependencia del inmobiliario dio a éste el insólito poder de controlar a las energéticas mientras, en plena crisis, las constructoras protagonizan el mayor concurso de acreedores nunca visto. ¿Demasiada realidad para una sociedad que, en su burbuja, se cree aún intocable y sigue viendo la vida desde un imaginado primer mundo?