Estaba claro que la decisión de legalizar la descarga de material protegido con derechos de reproducción tomada la semana pasada por el Parlamento Francés iba a armar revuelo. Y es que, si bien el modelo francés no es justo: Va a emplear un «canon» en las conexiones a internet, y al igual que aquí no todos los CDs se usan para grabar música (y todo eso dando por válido el hecho de que la copia privada provoque lucro cesante, que no me lo creo del todo) tampoco allí todas las conexiones de internet se van a dedicar a bajar música, de modo que lastrar con una cuota por compensación a priori sin saber el uso que se le va a dar a dicha conexión es injusto…
Lo cierto es que el fondo de la cuestión difiere completamente de la radical situación estadounidense en el que no puedes ni prestar un CD original a tu hermano. Empeñados como están en su modelo, que por otra parte es el modelo que pretenden exportar al resto del mundo y que aquí se ve cada vez más apoyado por monopolios legales como la SGAE, con la connivencia de la ministra de cultura, Sra. Calvo -ni gratis ni cara-, era evidente que el trasfondo que hace que al otro lado del charco las restricciones impuestas por los Derechos de Reproducción sean descabelladas con las que encontramos a este lado.
En fin, que la decisión francesa -sin ser la mejor posible, todo hay que decirlo- está dando qué hablar. Ojalá se abra un debate serio sobre la necesidad de descriminalizar estas descarga, de modo que cuando el ministerio decida gastarse un millón de euros en campañas desinformativas la gente, al menos, proteste.