En Marginal Revolution leo sobre la caída de publicaciones científicas llevadas a cabo por empresas. El trabajo evalúa datos disponibles de un periodo de casi tres décadas que comprende desde 1980 a 2007.
De los datos parece que este fenómeno no se debe tanto a una disminución del gasto en investigación, sino que parece más bien atribuible a un cambio de hábito: se investiga como siempre pero no se comparten los resultados.
Se comparte parte de los resultados de forma inevitable, eso sí, mediante la solicitud de patentes, que no ha disminuido en ese mismo periodo.
Esto constituye todo un golpe a esos economistas que sin haber investigado jamás en ciencia sostienen el discurso de que la investigación científica ha de ser, sobre todo, llevada a cabo en entornos corporativos. La realidad parece demostrarnos que el cambio de incentivos al cambiar la naturaleza de ese agente investigador tiene un impacto significativamente negativo en cuanto a la investigación que se comparte.
El hecho de hacer pública disposición de los avances obtenidos es la base del desarrollo científico y tecnológico, corazón mismo del método científico. Todo aquello de situarse a hombros de gigantes.
Hay disponible una copia del trabajo en formato PDF.