Tenía pendiente sacar unos minutos para hablar del tema de la semana en Internet: el retorno del eterno debate sobre la libertad de expresión, esta vez al hilo del bloqueo coordinado a diferentes cuentas de Donald Trump, e incluso a plataformas donde sus seguidores estaban supuestamente organizando nuevas acciones tras el notorio ataque contra el Capitolio en Washington DC la semana pasada.
Despierta, la Internet de 2005 no existe más que en los márgenes
Este debate trae ecos de 2005. Definir técnicamente censura, o qué arquitectura informacional debemos construir para evitar la aparición de nodos centralizadores en la Red que puedan distorsionarla a su favor.
Escribí dos libros sobre todo este debate en los primeros años en que la recentralización se hacía patente mediante la aparición de grandes servicios en los que infraestructura masiva era utilizada como ventaja competitiva. En concreto, en La neutralidad de la Red hablaba no solo de la neutralidad sino de cómo estos servicios deformarían Internet a su favor, entre otras cosas para fijar agenda.
Vivimos en 2021. Por más intensos que sean mis recuerdos (ésos que mi hijo jamás entenderá) ha pasado mucho más tiempo desde el día en que entré en Twitter por primera vez que el que había pasado desde la primera vez que conecté a Internet hasta ese día. Os dejo un croquis a continuación, hecho en Paint a mano alzada, así que no pidan virguerías de diseño.
Por lo demás, aparte de en el recuerdo de quienes allí estuvimos la Internet que conocimos existe solo en los márgenes. No será nunca masiva, como leer libros no era masivo allí donde había televisión.
Cultura de la anulación, el día en que dar la espalda a Trump sirvió para demostrar virtud
La lista de servicios que han cerrado cuentas a Trump estos días es larga, dejo un fotograma abajo que me llegó por incontables vías estos días. Va más allá: Amazon ha cancelado el contrato de servicio con redes donde presuntamente sus seguidores seguían en contacto, como Parler.
Siendo tan importante el debate de la libertad de expresión, no puedo dejar de recomendar las entradas de Antonio en Error 500 y Alberto Gómez Aparicio en su blog. Ambos muy centrados en el aspecto más técnico de si hay o no censura, o si un grupo de empresas puede arrogarse tal poder de forma no regulada. También habla de ello Gonzalo, con quien comparto un punto de vista esencial: en la Internet actual, intentar reprimir mensajes es harto complicado. Ni siquiera una acción coordinada de todo el poder de Sillicon Valley para provocar un apagón a Trump y sus seguidores va a lograr el objetivo de silenciarlos. Si insisten, aparecería una legión de cuentas enfurecidas, como sucede en España, tras las que partidos políticos difunden su mensaje sin dar la cara con nombre y apellidos; en ese sentido, prefiero que lo hagan con su cara, su nombre, y un tick azul.
Sin embargo, y como digo arriba, sobre libertades en Internet tal y como era en 2006 ya hablé mucho, en este blog y en un par de libros. Ese debate quedó muy zanjado cuando la forma de comunicarnos se mudó a la nube, que no deja de ser el ordenador de otro. De un tiempo a esta parte, sujetos como estamos a una pulsión populista de la que Trump o Podemos son manifestaciones evidentes, me interesa mucho más entender el tribalismo, qué pasa por la cabeza de quienes defienden o festejan estas actitudes. En este caso, ¿por qué una parte de la población española celebró como un éxito propio el cierre de cuentas de Trump?
Si vamos a la raíz, vetar a Trump masivamente no deja de ser una escenificación más de la cultura de la anulación hegemónica actualmente, con los elementos más comunes a la misma: búsqueda de espacios seguros y señalamiento de virtud.
Ante tal comportamiento virtuoso, no cabía sino la inusitada algarabía, celebrando ese pasito adelante en la creación de un espacio seguro, a salvo de malas ideas de esas que nos ofenden y dañan de forma subjetiva. Como si no hubiera más seguridad ante las ideas que no compartimos que la de impedir que se pronuncien en voz alta. Una suerte de desolador canto del cisne de occidente a través de una generación ya adulta condenada al fracaso por su extrema fragilidad y su extremo infantilismo. Una generación incapaz de enfrentar un discurso negativo o peligroso o tramposo, para filtrarlo y descartarlo sin mayor drama. Momento de volver a recordar lo absurdamente bueno que es Jonathan Haidt analizando estos temas.
¿Es solo señalamiento de virtud o hay algo más? Equilibrio de comunidades, y la cuenta de resultados de tu emporio digital
Hay algo más, por supuesto. ¿Por qué estos servicios dan la espalda a Trump pero no a otros políticos con discursos igualmente grotescos o violentos? Es por dinámica de grupos. Los grupos que se identifican con la moral hegemónica ahora mismo, la de la nueva izquierda posmodernista, tienden a participar principalmente en lo que denominan espacios seguros, espacios donde se está a salvo de ofensas y daño subjetivo porque primero se ha purgado a las opiniones disidentes para que no participen en él. Es una obsesión en la última década que primero llegó a los campus universitarios pero también tienen su lugar en el software libre. Recordad el escarnio a Torvalds, Stallman, o Brendan Eich. La creación de espacios seguros es central a la nueva izquierda posmoderna, y es central a la cultura de la anulación.
Estos grupos, si detectan que opinar les va a generar críticas o les pueden contraatacar dejan de participar porque consideran que no están en un espacio seguro donde se puedan expresar de forma segura. Pregúntense a ustedes mismos dónde están todas las voces críticas con la hegemonía tuitera. O mejor dicho, ¿dónde no están los tuiteros hegemónicos porque no lograron expulsar de allí a los disidentes? En Youtube. Los creadores de contenidos que más contradicen al wokismo español lo hacen desde Youtube, ese espacio de donde lo woke se retiró ante la imposibilidad de construir su monólogo, ante la imposibilidad de forzar la renuncia o impedir que se transmitiera un discurso que no controlan.
Por contra, los grupos que no se enmarcan en este posmodernismo de izquierdas no tienen ese problema, no están obsesionados por crear espacios seguros (en el sentido del meme mencionado arriba) y no abandonan el espacio por encontrarse con estos otros que piensan diferente. No hay por tanto que crearles un nido de algodones identitarios tal que garantice su continuidad como usuarios.
Traducido a la gestión de un servicio comercial en Internet esto significa que si hay discursos polémicos o divisivos, una fracción enorme de tus usuarios siente que el espacio no es seguro y abandona tu servicio en masa. Pierdes a una mayoría de tu clientela y el combo es doble si los usuarios que abandonan tu servicio son los mismos encargados de prescribirlo a todas horas, por ejemplo periodistas. Así que terminas moderando mensajes a su favor y dándoles lo que te pidan, cerrando cuentas de quienes impiden que esa enorme masa sienta su hegemonía amenazada y enviando señales que les hagan sentir seguros y a salvo en tu servicio.
Twitter, como toda empresa, al final del día solo entiende de cuenta de resultados, y qué bien lo explicaba Schneier al hablar de sanciones corporativas en Liars & Outliers. No pasa nada: las empresas buscan ganar dinero y hacen bien, es la forma en que pueden pagar nóminas, que es la mayor RSC de una empresa. Pero conviene no olvidarlo antes de darles mayor protagonismo.
Gracias por el enlace.
Mucho que digerir en estas líneas.
Hay un tema que cada vez quiero ver más claro: lo que ha pasado no creo que sea un intento por provocar un «apagón» como tú lo llamas. Lo que ha habido es una decisión de no querer ser partícipe en unos acontecimientos reales que estaban sucediendo como consecuencia de lo que estaba diciendo en un momento determinado.
A Trump se le ha permitido decir prácticamente cualquier barbaridad que se le ha ocurrido, no tengo tan claro que con otras personas haya habido la misma tolerancia. La decisión se ha tomado ahora a la vista de lo que pasó el 6 de enero. A la vista de la acción, no de la opinión.
En el momento en que Parler es efectivamente expulsado del ordenador de otro (AWS) y de las tiendas de aplicaciones, el problema de «lo de Trump» cambió. Ya no estamos en el punto de vista estricto de Trump y su relación con Twitter . Es decir, el «allá Jack con sus accionistas», que es mi posición de partida, se ve matizada porque en 2021 creo que ha llegado la hora de que estas redes sean consideradas medios de nueva generación en el que los términos de servicio no pueden ser los que ellos quieran, sino que debe existir, dicho como definición de alto nivel, un mecanismo de arbitraje (y hasta indemnización) para los cierres unilaterales de cuentas. Pero la reacción en masa para anular toda opción de que Trump, sus seguidores leales, o los que simplemente quieran destruir sus argumentos puedan tener canales para existir (aunque existen) señala un problema más grande. Un amigo colombiano me recordaba (para el caso de Trump) la paradoja de la tolerancia de Popper (que hay que ser intolerantes con los intolerantes). Y esa es la excusa de fondo. Porque, sin duda, y al menos en términos políticos, es digna de consideración con Trump. Vivimos en un doble entorno de lógica desquiciante de la vida pública: no hay coste en sostener una afirmación en un momento y la contraria a los pocos meses estando documentada la primera y el furor puesto en ella. Por otro lado, una reedición de una especie de revolución cultural china donde se trata de eliminar el pasado.
Tomo cita de Popper según lo recogen en Wikipedia (española) porque plantea una línea finísima que, por otro lado, no creo que pueda estar en manos de Amazon:
«Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre debamos impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestarlas mediante argumentos racionales y mantenerlas en jaque ante la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente. Pero debemos reclamar el derecho de prohibirlas, si es necesario por la fuerza, pues bien puede suceder que no estén destinadas a imponérsenos en el plano de los argumentos racionales, sino que, por el contrario, comiencen por acusar a todo razonamiento; así, pueden prohibir a sus adeptos, por ejemplo, que prestan oídos a los razonamientos racionales, acusándolos de engañosos, y que les enseñan a responder a los argumentos mediante el uso de los puños o las armas. Deberemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes. Deberemos exigir que todo movimiento que predique la intolerancia quede al margen de la ley y que se considere criminal cualquier incitación a la intolerancia y a la persecución, de la misma manera que en el caso de la incitación al homicidio, al secuestro o al tráfico de esclavos.
Tenemos por tanto que reclamar, en el nombre de tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia.»
Gracias por el resumen perfecto sobre el tema.
La cuestión tribal es capital. A diferencia de las comunidades racionales, dónde, como Popper dice, puede discutirse lo que sea (y sería imprudente no hacerlo), las comunidades identitarias, se organizan, precisamente, en torno a aquello que más conductas moviliza (y que, por tanto, maximiza el beneficio de las empresas de las que hablamos), que son los sentimientos. Los sentimientos políticos (y las acciones que se derivan) no tienen otra forma de imponerse que la de la busqueda de hegemonía. Al no poder haber convencimiento racional, sólo puede existir hegemonía por la vía de la eliminación. Eso ha sido así siempre que la politica (incluida aquí la religión) se ha articulado en torno a la identidad. Gran analisis y grandes libros que ya en aquellos tiempos (tambien en Las Indias) fueron proféticos.
Es muy interesante el plantemiento de Youtube vs Twitter. Que tengan contenidos y dinámicas de caracteristicas diferentes no es una cuestión de politica comercial o de historia. Es, simplemente, la arquitectura de la red. En una es el individuo broadcaster el que tiene el poder sobre su comunidad y ese «lider» tiene poca capacidad de influir en otros broadcasters para modificar sus conductas o anularlos. Su relevancia entonces viene dada por el mensaje, por el contenido, no por su posición en la red. En cambio en Twitter la relevancia la da el grupo (la identidad) de seguidores, que tiene total y absoluta capacidad de eliminar a otros adversarios. Únicamente se puede plantear una cierta resistencia si el grupo adversario tiene cierta entidad y puede contratacar.
Enorme. Gracias. Deberiamos salir todos de Twitter y escribir más blogs.
La anulación a Trump va más allá de buscar “espacios seguros y señalamiento de virtud”. En otros casos sí ha sido así, pero con Trump es otra cosa. Es más bien buscar espacios “sostenibles”, “vivibles” o, si quieres, “mínimos viables para la convivencia”. Como bien dice Alberto, Trump fue demasiado lejos y llevaba tiempo abusando de los “espacios inseguros”, demostrando además que no tenía límites para aprovecharse de ellos. Era insaciable. No se trata tampoco de señalar “la virtud”, sin más, como tú planteas. Creo que plantearlo de esa manera es un exceso de relativismo. Lo de Trump no es falta de virtud, sino un comportamiento tóxico, destructivo y peligroso desde cualquier punto de vista.
Que buena parte de la población española se alegrara de que lo bloquearan también se explica porque supone que el Efecto Trump (como pasa con todo lo que ocurre en USA) ha agravado la polarización, los fake-news y la agresividad en la política española, y supone bien. Es legítimo alegrarse. No es una cuestión de simple moralina o sectarismo ideológico. Habrá gente que lo vea así, pero la mayoría siente una alegría genuina, porque lo que hacía este hombre ya asusta, ¿o no?
Por cierto, hay una gran diferencia entre reprimir mensajes concretos (como en el Efecto Streisand) a hacerlo con voces, personas, y su influencia sostenida. Esto segundo sí que se puede hacer. Será “harto complicado” pero, a diferencia de lo que dice Gonzalo, se puede hacer. Se consigue maximizando los costes de fricción para acceder a esa voz. No “silenciarán” a Trump, no habrá un “apagón” como tal, pero estrechan significativamente el ancho de banda y con ello, su capacidad de influencia. Eso es evidente, y seguramente lo que más le preocupa al repugnante. Sabe que eso es posible.
Otra cosa muy distinta es tu análisis general sobre los “espacios seguros”, con el que estoy totalmente de acuerdo. A mí también me molesta muchísimo esa tendencia a “buscar la seguridad ante las ideas que no compartimos impidiendo que se pronuncien en voz alta”. Suscribo que tenemos un serio problema con eso, y que Jonathan Haidt lo explica de cine, pero una cosa es eso y otra si el bloqueo de Trump cabe en ese análisis, y yo digo que no.
Tu otra pregunta creo que se responde sola: “¿Por qué estos servicios dan la espalda a Trump pero no a otros políticos con discursos igualmente grotescos o violentos?”. Dime qué otros políticos pueden tener el impacto tan virulento de Trump, ¿a quiénes te refieres? Nop, lo que puede hacer el Presidente de USA en modo bocachanclas es otra liga. Y me parece más que evidente. Pueden bloquear a Trump y no a otros. Pero, además, también bloquean a otros. Tenemos un montón de ejemplos de eso.
Por cierto, lo de los “espacios seguros” no es nada nuevo. Toda la vida los portadores de las ideas hegemónicas, las generalmente aceptadas, han intentado rechazar, despreciar y expulsar del mainstream a los que piensan diferente. No es una moda del “posmodernismo de izquierdas”. Es un juego que siempre se ha dado por controlar el relato. ¿Que esta izquierda es hipersensible y estrecha más que antes el espacio de discrepancia? Francamente, no estoy tan seguro. Cuando las ideas hegemónicas eran de derecha, no me parece que fuera tan diferente. Al menos ahora es más difícil cerrar a la vez tantos micrófonos. Antes sí que era un embudo.
Todo esto no quita, como le comenté a Antonio, que a mí también me preocupa que nodos centralizadores, que son empresas, puedan arrogarse tanto poder sin una regulación. De hecho, intuyo que, paradójicamente, este tema se está haciendo tan delicado, que ellas mismas van a pedir a gritos que haya un marco normativo que les exima de la responsabilidad (y de los costes reputacionales) de decidir cuándo censurar a alguien.
Fijaros que las posiciones que permite considerar el caso, tienen una dinámica que obliga a cambiar los puntos de vista a medida que evolucionan los acontecimientos. No existiría una «censura» por el hecho de que un servicio cierre una cuenta a un ciudadano prominente y que es el cargo público más destacado de la Tierra (estos servicios cierran cuentas todos los días a yihadistas, pronazis y otras hierbas o, al menos, a presuntos yihadistas et al), pero sí existe algo peor que la censura (cancelación, anulación, persecución) cuando existe colusión (concertación, que jurídicamente es posiblemente imposible de probar) para impedir que Trump acceda al «mercado»: se cierran los servidores de los servicios que sí te permiten contrarrestar el hecho de que otro no te permita «expresarte». Es el término que usa López Zafra. El contexto es mucho más amplio, porque se está publicando que las grandes empresas han suspendido las donaciones a partidos políticos (parece que a ambos, pero con el fin de no dotar de fondos al republicanismo de Trump) y se habla hasta del cierre de la «buena sociedad» neoyorquina a los Kushner (lo cual tiene un punto risible). En el mundo pre-digital, negarte el saludo, no invitarte a las fiestas de sociedad, no acudir a las tuyas, sentarse lejos de ti en el banco de la iglesia y, por supuesto, nada de salir en el periódico del pueblo era la forma de sanción social al «impresentable», ese que afeaba a la sociedad y sus buenas maneras y que tenía de malo que podía aplicarse al estafador y al homosexual o al que se casaba con divorciados sin distinción de «faltas». Hasta Fox está limitando la presencia de Trump. Con todo, Trump es el que tiene fácil superar las «fricciones» que comenta Amalio: la marca que se ha hecho a través de la televisión convencional y su uso de las redes es formidable (de tamaño) y él puede levantar un nuevo canal para fans casi como quiera (Breitbart, por ejemplo, sigue ahí, aunque depende de lo que hagan los DeVos, un caso que sería la «prueba definitiva» si su proveedor de nube decidiera cerrarle el acceso): otra cosa es qué sucede con todas las pequeñas voces que puedan verse sometidas a una cancelación un sistemática y «concertada» por todo el ecosistema tecnológico. Si Amazon no te deja competir con tu producto y Google te impide ir de igual a igual con tu servicio (te «cancela» enviándote al puesto 20 de la búsqueda), entonces no hay libre acceso al mercado real y efectivo. Al final, es éste el problema que se está discutiendo desde hace años: si el poder de mercado de (estas) pocas empresas cierra el mercado. Si se comportan como un oligopolio concertado, y éste puede ser un precedente, estamos en un terreno extraño. Históricamente, lo hemos vivido con Microsoft pero fue la innovación (repleta de fricción, pues MSFT perseguía a los discrepantes -open source- y compraba productos para cerrarlos) los que rompieron el «monopolio». Y aquí vuelvo a cerrar el círculo: si es todo suficientemente abierto, es posible superar la fricción del «abusón» en términos sociales y de largo plazo. La pregunta son los costes a corto y quiénes son los damnificados.
Por cierto, una coda para el caso: Trump puede hacer declaraciones como presidente desde la sala de prensa de la Casa Blanca que provee señal institucional de televisión para quien la quiera. Pero Trump está renunciando a ello porque las grandes cadenas en el pasado decidieron interrumpir o directamente no emitir las declaraciones de Trump alegando que mentía. Es decir, renunciaron a hacer «fact-cheking» en directo y la crítica a lo que decía para evitar la arenga y el mítin en directo… a un cargo electo. Obviamente, no eran todas las televisiones (Fox no lo hizo). Entonces se dio el mismo debate sobre si era una decisión editorial o no. Lo era, aunque fuera estúpida. Pero nos indica que el clima de oposición a la difusión de «la personalidad» del Presidente no es nueva. Ahora Trump ha hecho su última declaración institucional en vídeo y la ha publicado en Twitter a través de la cuenta del presidente, @Potus sigue abierta y con foto de Trump. Con eso se evita la edición y el filtro de las teles convencionales, una vieja idea 2.0. En favor de Trump, puede que sea cálculo para construir y preservar una audiencia propia de antes de ser presidente y para después de serlo, no usa la cuenta institucional para hacer declaraciones personales, lo hacía en la suya. El caso tiene multitud de matices.