En Ars Technica (via El Confidencial; gracias, Gonzalo) leemos una nota sobre la perversión de las patentes (de software, en este caso) y su infinita capacidad para generar intermediarios y metamercados del expolio. Una empresa fundada por un abogado a sueldo de un bufete contratado por Apple, que tiene acceso a información privilegiada y se apresura a solicitar patentes con las que luego demandar a la compañía. Tras diseccionar este caso (despido del abogado en cuestión por parte del bufete incluido), el artículo concluye con otras reseñas de casos similares en los que los abogados «díscolos» ni siquiera fueron sancionados levemente por sus empleadores, lo cual da pábulo a todo tipo de conjeturas, claro.