Leo un artículo en el Wall Street Journal que firma Rob Henderson acerca de cómo las modas culturales de la élite mutan para seguir siendo, valga la redundancia, elitistas. Pone como ejemplo el creciente desapego a Hamilton entre el pijerío estadounidense cuando el mismo se convirtió en éxito de masas y todo el mundo pudo verlo en el salón de su casa sin gastar cientos de euros en una entrada para ver el musical en Broadway.
Esas son creencias lujosas – o ideas y opiniones que confieren estatus en la clase alta al tiempo que se cobran el peaje en las clases bajas. Evolucionan tan rápidamente que es complicado estar al día. Para estar por delante de todo ello, necesitas disponer de ingente tiempo libre o del tipo de trabajo que te permite pasar horas en Twitter. La clase trabajadora no dispone del tiempo para acumular ese capital cultural.
Para comprender los neologismos y las prácticas de la justicia social necesitas un título universitario en una facultad cara. Un ataque habitual sobre aquellos que no están completamente al día de la última moda es decirles que deben «educarse a sí mismos». Es una forma de descalificar a las personas con múltiples trabajos, que tienen niños a los que cuidar, y que no tienen el tiempo – o los medios – para leer el último libro de moda woke.
Está escrito en el verano de 2020 y me llama la atención el concepto de creencias lujosas porque es algo que maneja habitualmente Pedro Herrero en Extremo Centro, un podcast que últimamente tengo bastante abandonado.
En su día hablé del libro homónimo de Pedro Herrero y Jorge San Miguel por aquí, no obstante, y también comentamos acerca de las nuevas clerecías.