Una de las cosas que no se suele comentar sobre Internet es su origen militar. Arrinconado en el relato de origen por el carácter científico o universitario, es fácil que la fuente de financiación se olvide, pero ésta fue ante todo militar.
El diseño, como en todo proyecto, viene influido por las necesidades del cliente que lo financia: si Internet es una herramienta fantástica para la organización de turbas con mucha energía y poca reflexión, incapaces de organizarse prolongadamente en el tiempo pero de tumbar lo que haga falta en ese breve periodo, es precisamente porque eso era lo que se pedía. Una herramienta que sirviera ante todo para la insurgencia y la contrainsurgencia.
Las cosas se transforman en armas cuando necesitamos armas
Las cosas se transforman en armas cuando necesitamos armas. Un tren o un avión podrían ser un arma, un caballo podría ser un arma. Internet también es un arma.
Hace un año y pico salió un libro llamado Surveillance Valley, que no llegué a leer pero cuyo autor comenta que «la democracia no ha mejorado en los últimos cuarenta años, en realidad cada vez está peor». Sobre la sociedad de control y su impacto en la democracia liberal y algunos de sus efectos (sociedad infantilizada; cada vez más) ya hemos hablado. Incluso de esa colaboración público-privada que en su día bien describió Schneier.
La idea fundamental es que Internet fue concebida por el ejército de US como herramienta de contrainsurgencia, por eso financiaron su desarrollo. Salvando las distancias, herramientas como Tor o Blockchain no se libran: a menudo se menciona a menudo el anonimato que proporcionan, cuando sus protocolos no garantizan en absoluto.
Así las cosas, tiene razón Levine (autor del libro que menciono arriba), cuando dice que:
The current internet is unescapable. «i’m worried that we may try to rebuild a society starting by the internet, it just can’t be done. we need to start from outside the internet»
Y advierte:
A fairer society may be created building better services, but the process can’t be thought as «internet-first» changes.
Finalmente, también advierte al fenómeno mediante el cual se abstrae la creación e implementación de normas desde la capa política controlada por los ciudadanos (como un parlamento) a instituciones privadas. Hace once años mencionamos en este blog el caso de los tribunales deportivos y la UEFA. (Releyendo mi viejo post, hay varias ideas que ahora mismo no comparto con mi yo del pasado, por cierto.) Levine dedica su atención a las grandes tecnológicas:
The internet giants are being used to push political agenda globally, the reason why we dont seem to notice is that we travel from google to facebook, both supposed to be «allied fortresses»
Imposible ante estas ideas obviar lo que más claro nos explicó Lawrence Lessig, que no es sino que el código es la ley. Con un software puedes hacer únicamente lo que esté programado para hacer; ni más, ni menos. El que decide cómo va a implementarse el software tiene un poder brutal, sobre todo en esta sociedad actual en la que las regulaciones llegan a la tecnología tarde y mal, dejando tiempo más que suficiente para que el software imponga su norma (lo que dice su código que ha de hacerse) por la vía de los hechos consumados. Las grandes empresas de Internet saben eso muy bien; demasiado bien.