Ahora que comienza a haber consenso entorno a WeWork y el humo alrededor de su modelo no está de más recordar lo que escribíamos en este blog hace ya siete años, en pleno 2012, al hilo de la entonces emergente burbuja del coworking:
los espacios de coworking son una mutación del mercado inmobiliario, que se las ingenia para alquilar sus inmuebles vacíos buscando una rentabilidad mayor de la que conseguirían alquilando el inmueble completo a un único cliente, aún suponiendo que hubiera (y no la hay…) demanda de inmuebles completos
El hilo que va del falsamente innovador coworking que no deja de ser un alquiler lavado de cara a WeWork pasa por Uber y las empresas que sin ser tecnológicas intentan hacer creer a los incautos de que lo son para beneficiarse de las altísimas valoraciones en ratio facturación:valoración de las acciones de cara a una hipotética OPV. Hace un año sobr Uber escribí aquí mismo los dos principales factores separando a Uber de un gigante tecnológico:
De la ausencia de efecto red característica de las empresas de internet a la ausencia de economía de escala en la compra.
Todo lo comentado para Uber aplica al nuevo bluf inmobiliario que es WeWork.
Para sorpresa de absolutamente nadie, la prensa compra ese relato una y otra vez porque lo único que les interesa es inventar relatos en los que la innovación se mide en inversiones millonarias. El relato del dinero es un panal de miel ante el que los informadores profesionales sucumben con alarmante y patética facilidad. Shocked, shocked.