Si hay algo que hace que el software libre tenga vigencia, es el hecho de que la puesta en común del código fuente genera lo que en términos económicos podríamos definir como colaterales positivos a todas las partes. Al liberar software, generamos beneficio a nuestro entorno (más libertad, pero también ahorro económico). Podemos pensar que el ahorro económico es en contra de nuestra renta, pero el hecho de disponer de un entorno socialmente más saludable (más libertad) y con mayor capacidad de inversión (ahorro económico) genera a la larga mayor desarrollo para la sociedad y, si hay mercado y somos buenos en lo que hacemos, también para nosotros. Si comenzamos a sumar el hecho de que el que recibe el software libre puede construir sobre él y volver a liberar el resultado, el círculo virtuoso se demuestra imparable.
¿Por qué cuento todo esto ahora? Pues porque leo en Derrotero una reflexión que concluye así:
«es para ir más allá [del software libre] y aprender a detectar otros recursos potencialmente comunables.»
Se reflexiona al hilo de unas palabras de Jaron Rowan en El Diario hace ya unos meses. Rowan habla de Ostrom, como repiten casi todos desde que le dieron el Nobel, con la ligereza del que repite un meme. También habla de la expropiación de lo común en la era digital, usando la misma metáfora de la apropiación de las tierras comunales que aquí hemos usado tantas veces.
Sin embargo, no estoy convencido de que su argumento básico sea cierto. Su punto de partida es que la economía de lo libre no quiere ser economía, o no quiere ser modelo. Y yo creo que lo que se percibe como falta de modelo es, en realidad, ignorancia del modelo. E inmodestia para reconocer que, seguramente, nadie ha desarrollado un modelo general que explique cómo funcionan estas cosas; la solución fácil es decir no hay voluntad de ser economía, ni modelo, ni nada.
No tan rápido, vaquero. Antes de decir que no hay un modelo, haría falta la humildad y la constancia necesaria para estudiar a fondo todos los casos que han aflorado y ver qué tienen en común, o qué pautas evolutivas comunes podemos hallar. Pero claro, y ¿si al final concluímos que sí hay un modelo? Eso vendría a demostrar que la economía del procomún es, en efecto, economía, y habría un modelo para entender cómo se forman estas pequeñas comunidades que afloran con un proyecto económico viable bajo el brazo, y esto es algo que a Rowan parece causarle escozor. ¡Perversión, alguien planificará un modelo como éste, no será espontáneo será… una explotación económica!
Como si eso fuera malo pero, me pregunto, ¿no es precisamente eso lo que hemos hecho durante una década con el software libre? Explicar por activa y por pasiva que hay un modelo económico sostenible para las personas y comunidades que apuesten por el procomún, por el software libre y la cultura libres, y para las organizaciones que apuesten por estos mismos elementos. Y si respetan eso (las libertades, el procomún), no debería haber objeciones pues toda apuesta económica repercute en beneficio de todos (como mínimo, más procomún).
En ese sentido, para ir cerrando, la visión de Derrotero de buscar qué otras cosas responden a los mismos estímulos a los que responde el desarrollo de software libre es sencillamente fantástica: constructiva, frente a la visión cómoda (casi destructiva, «no es esto, no es lo otro») de Rowan.
Pues debo discrepar de tu lectura. :) El artículo original usa cierto lenguaje anti-economicista, cierto. Pero creo que el punto que defiende es que el procomún no produce modelos. no que no produzca economías. No me atrevo a ir lejos puesto que yo no he leído a Ostrom. Pero la idea que tengo en mente es que Ostrom estudió muchos casos de economías comunales, muchísimo más antiguas que el software libre, y que si hay un modelo subyacente probablemente ella debería haberlo detectado. Recuerdo que señaló requisitos, pero es probable que no haya un modelo, como dice Rowan. Y eso es coherente. Al basar la economía en la comunidad, hay que tener en cuenta las especificidades individuales, lo que generará una complejidad enorme, muy difícil de simplificar en forma de modelo.
Mientras que el economicismo imperante, como vemos día tras día, ha fracasado precisamente por la excesiva simplificación de sus modelos. La economía y el management han arrollado las especificidades individuales, desde los planes del FMI intercambiables para cada país, hasta la consideración de los trabajadores como RRHH. Los modelos simplificados se han intentado imponer. Y se ha roto.
Terminando. Creo que esto también es aplicable al soft libre. «Explicar por activa y por pasiva que hay un modelo económico» ¿Uno? Conozco unos cuantos modelos (tan específicos que casi son casos de éxito) aplicados en el soft libre, no todos los cuales me gustan o me parecen productivos.
No digo que no tengas razón y la generalización no sea posible con más empuje intelectual. Todo esto son especulaciones de sillón orejero.