Según los datos recogidos por DeskWanted, un buscador especializado en espacios de coworking, España es el tercer país del mundo con mayor número de espacios de coworking. Lo cuentan en su blog (aquí el informe en PDF). Algunos blogs dedicados a «gestión de equipos» no han tardado en hacerse eco del dato y titulan «el boom de la cultura colaborativa empresarial».
¿Cómo? La realidad está tan alejada de ese titular que si lo vuelvo a leer voy a marearme, o a vomitar arcoiris. O algo así.
Hace unos meses escribí acerca del coworking y expliqué qué hay detrás de esa eclosión, que no es otra cosa que el mismo mercado inmobiliario de siempre. Coworking, crisis, y la mutación del mercado inmobiliario:
«cuanto más se profundiza en la crisis y menos empresas y autónomos están dispuestos (o tienen los medios) para pagar el alquiler de una oficina completa, más propietarios de inmobiliario deciden que una solución es alquilar «porciones de oficina». Así, quienes no podían pagar una oficina (que dé espacio, pongamos, para 4 trabajadores) podrían convertirse en nuestro cliente, pues ya no ha de pagar más que un asiento donde antes necesitaba alquilar un espacio para cuatro personas y, en buena lógica, pagarás menos dinero, aunque en ningún caso vas a pagar ese 25% proporcional (ya sabemos que cuando compramos al por mayor, sacamos mejores precios).»
Y puede que no sea malo en sí: hay alguien que tiene un solar, y lo alquila a trozos y tú puedes montar eventos o trabajar, o lo que te pite. Su existencia es beneficiosa, así en general: dos partes se ponen de acuerdo y ya está. Pero basta ya de creer que somos modernos, y cool, y colaboradores, y vanguardia, y puaj. Basta ya de vender humo. In-mo-bi-lia-rio.
Terceros por arriba (sólo superados por EE.UU. –5 veces más espacios, para una población que es aproximadamente 10 veces superior– y Alemania –unos pocos más, para una población que es aproximadamente el doble–). El coworking y el cambio de modelo productivo.
Y la paz en el mundo, por supuesto.
Sólo quería dejar constancia de mi propia experiencia en este asunto. Hace un año aproximadamente intentamos llevar a cabo una experiencia de coworking con una filosofía muy diferente en el fondo a la de la motivación inmobiliaria. Había un principio de ahorro de costes, pero sí que se pretendía generar una comunidad de potenciales profesionales, muy jovencitos, que no tuvieran que preocuparse de gastos o cuestiones legales al comienzo. Para ello, los más viejos pagábamos las instalaciones en una nave y cedíamos el espacio, con la visión de que nosotros lo íbamos a rentabilizar igualmente hubiera o no hubiera comunidad.
La creación de comunidad y de un espacio de coworking era un plus, pero se basaba en el no aprovechamiento mutuo y en el aprovechamiento de un espacio que sabíamos que iba a quedar vacío si no lo utilizábamos nosotros.
Por eso digo que estoy de acuerdo con la reflexión sobre la burbuja del coworking como motivación general, pero que no se puede aplicar el razonamiento por defecto a todas las iniciativas.
Saludos!
Hola Daniel,
nada más lejos de mi intención que hacer pagar a justos por pecadores. Obviamente, muchas personas sí que tienen esa voluntad de probar nuevas formas de trabajar y colaborar. Por Madrid hay espacios más o menos temáticos que sirven para agrupar a profesionales autónomos que hacen lo que alguien que haya estudiado marketing (no yo, jejeje) llamaría «co-branding»: se presentan al exterior bajo marca común, comparten espacio, etc. Incluso ahí veo ciertos dobleces en el modelo (el que «ofrece» gratuitamente la marca es el que está quedándose el valor construido por esos profesionales que son marca blanca), pero no dudo de que hay personas que ven cómo estos espacios le brindan una posibilidad interesante para ellos, y la aprovechan.
Pero también creo que que hay mucho espabilado que se quiere colgar la medalla de «apoyo al emprendimiento y al cambio de modelo productivo» porque ha acondicionado un solar para ser usado como coworking. Y la realidad es que el solar lo tenía sin arrendar (porque no hay empresas, vamos) y acondicionarlo para coworking es tanto como dejarlo diáfano y vacío. Y si en vez de mesas tiras borriquetas y tablones mejor, es más barato y como queda casual mola más…
El contraste entre ambos perfiles es muy grande… y creo que el segundo es (desgraciadamente) mayoritario. Aunque como digo en el post, es lo menos malo… lo único es que creo justo que pongamos su leitmotiv en contraste, no sea que acabemos glorificando a quienes han descubierto que, con un lazo suficientemente bonito, un ladrillo también puede venderse en 2013.
… decir que eres emprendedor de una startup que se basa en el coworking. xD Y si te lo crees, llega uno (o llegan miles) dispuestos a reírte la gracia. Nosotros tuvimos suerte y lo montamos todo de manera realmente casual (no teníamos ni un duro), los arrendatarios eran buenos amigos y nosotros teníamos ganas de funcionar. Y ni así. No me imagino cuanto estafado que se cree la película puede haber…