No es libre el que obra por miedo al castigo, sino el que obra por amor a la justicia.
San Agustín
Hay que hacer las cosas que está bien hacer no porque nos puedan pillar haciéndolas mal, sino porque está bien hacer las cosas que están bien.
No es libre el que obra por miedo al castigo, sino el que obra por amor a la justicia.
San Agustín
Hay que hacer las cosas que está bien hacer no porque nos puedan pillar haciéndolas mal, sino porque está bien hacer las cosas que están bien.
La Unión Europea sigue lanzando globos sonda y dando pasos hacia la eliminación del dinero en efectivo. Ahora mediante el lanzamiento del euro digital. Una criptodivisa controlada por el Estado, o el club de estados que es la Unión Europea. Criptodivisa pero controlada por el banco central: tremendo combo. Es un tema que en este blog hemos tratado de vez en cuando. Si no lo hemos tratado más se debe no tanto a la falta de relevancia como al no tener demasiado que añadir. Al final el asunto se resume con concisión: eliminar el dinero en efectivo tendrá un efecto terrible sobre la libertad de las personas.
No es nada nuevo, en 2006 (sí, hace casi veinte años) ya recogíamos en estas páginas intentos de limitar su uso en la muy progresista Italia de Prodi. En 2008 nos hacíamos eco de la aspiración de VISA de eliminar el dinero en efectivo en el siguiente lustro (por suerte, no lo lograron, porque 2013 ya pasó).
Son solo dos casos, pero se observa el patrón: los grandes beneficiados de eliminar el dinero en efectivo son sus mayores partidarios, pues quedarían erigidos como mediadores de absolutamente todas las transacciones. Se trata, cero sorpresas, de el estado y la banca. No es casual, pues eso les daría una posición privilegiada a ellos, que podrían usarla en su interés particular.
Cuando en 2012 hablábamos de la bancarización de las pequeñas compras ya discutíamos aquello de que las empresas tecnológicas querían ser bancos, eso lo decíamos antes de normalizar que una cantidad creciente de pagos online se hagan con Google Pay y Apple Pay (Jerónimo Palacios). Ese artículo terminaba haciendo el necesario equilibrio entre la comodidad del usuario y su privacidad. Eso lo escribimos en 2012, muchos años antes de que Bizum, en esa ocasión sí, lograse ese triunfo para la banca.
Más recientemente, pero también hace algunos años, tocábamos el tema de nuevo en este blog. En 2017 hablamos sobre las implicaciones desde un punto de vista más directo: privacidad y libertad. En 2019 volvimos a actualizar el asunto, añadiendo lo aprendido en las diferentes lecturas a Jonathan Haidt sobre madurez y resolución de conflictos entre adultos. Si la relación de confianza básica para cualquier intercambio es delegada en el mecanismo de validación técnica de la transacción, o en el banco/estado que respalde dicho mecanismo, las consecuencias serán inmisericordes con los más necesitados. Acostumbrados a la mediación del datáfono, si el mismo no da el visto bueno al pago del pan, ¿seremos capaces de fiar el pan? Mi predicción es que sucederá con menos frecuencia que ahora.
Como siempre, el impacto es mayor cuanto mayor sea eso que la administración llama tu riesgo de exclusión. Para entendernos, los más afectados por estas medidas son los más pobres. Y sin embargo, se nos vende el final del dinero en efectivo como una medida de progreso. Contra la corrupción de los ricos. Y el que tal cosa afirma demuestra en una única forma que no sabe cómo funciona el dinero y que no sabe cómo funcionan los ricos.
Y si tras aludir a los más afectados sienten la tentación de pensar que no va con ustedes, permítanme comentarles que no no son los más pobres los únicos que deben preocuparse. En general, toda la población tiene motivos para estar en guardia frente a esta medida: la sustitución del dinero en efectivo por una criptodivisa controlada por los estados europeos acerca a la UE al modelo chino, tras lamentar no haber atraido a China al modelo europeo cuando hubo influencia para intentarlo (leverage, que dicen los ingleses) el declive de Europa es casi poético, con todo lo que implica en pérdida de derechos para la población en general.
[Imagen: generada con Gemini de Google, y mirando bien no sé por qué esta chica se preocupa por el final del dinero en efectivo si sus billetes son evidentemente falsos…]
No es ningún secreto que me interesan los juegos, sobre todo los juegos de mesa, pero no únicamente éstos.En su día comentamos el impacto positivo de los juegos de mesa en la salud mental. También, como aficionado al ajedrez, de un evento poco recordado: todo el mundo recuerda la primera vez que el campeón del mundo vigente de ajedrez fue derrotado por un ordenador (Kasparov contra Deep Blue) pero nadie recuerda a Ponomariov, el último campeón del mundo de ajedrez en ganar a un ordenador. Seguramente el último de la historia, no creo que los humanos volvamos a derrotar a un ordenador en esto. Un año, incluso, gasté una broma un 28 de diciembre sobre enfocar el blog en esa temática (spoiler: no coló).
Por eso he disfrutado tanto una mirada analítica al diseño y las características de los juegos, en su definición más amplia que podemos encontrar en Characteristics of Games, monografía escrita por George Skaff Elias, Richard Garfield; K. Robert Gutschera, y que algunas universidades estadounidenses usan como libro de texto para sus cursos de diseño de juegos; sí, tienen de eso y en tu universidad no tienen de eso.
¿Qué es un juego? Desde deportes como fútbol o una maratón a Magic: the Gathering, pasando por el escondite, el Monopoly y todo lo que os podáis imaginar entre medias.
Characteristics of Games es un libro que analiza metódicamente las características de los juegos, lo que los diferencia, el valor que le aportan estas características, los problemas que surgen cuando hay mucho o poco de estos elementos, o como mitigarlos. Hay juegos con más requisitos de habilidad, otros con más suerte, otros con mucho de ambas cosas, como el poker. Los hay que se dejan ver mejor, como el caso de los deportes o League of Legends. Con efecto de bola de nieve o mecánicas para equilibrar la partida hasta el final, ¿cuánto hay de negociación en un juego multijugador para lograr alzarse con la victoria? ¿Cómo se gestiona el fin de juego de los jugadores que ya no tienen opciones de ganar?
¿Qué es lo interesante de todo esto? La atracción seductora de todo esto, el guiño nerd, es que los juegos son intensamente matemáticos. Los juegos, como forma cultural, tienen una relación única con las matemáticas: con sistemas, estructuras, y números. Por eso este libro analítico sobre el tema me ha parecido tan profundamente disfrutable.
The Anxious Generation es el libro más reciente de Jonathan Haidt, de quien hemos hablado por aquí en el pasado, he leído y recomendado en este blog varios de sus libros anteriores. (En Amazon lo tienen en inglés y en español.)
Haidt continúa su camino de aprendizaje desde su anterior libro (The Coddling of the American Mind) y llega a contextos que en este blog hemos discutido: diseño de servicios de internet con lógica centralizadora, modelos de negocio basados en publicidad y lucha despiadada por la atención de las personas que los usan, que se enfrentan a los trucos preparados por equipos de profesionales con el único interés de atraparlos en su aplicación durante horas y horas.
Pero el tema central es otro: la salud mental de los jóvenes que están creciendo en la sociedad constantemente conectada. Él solo se apoya en todo este contexto tecnológico porque este es el mundo en que vivimos, en el que viven los jóvenes a cuya salud mental dedica esta monografía.
Haidt analiza el bienestar mental (más bien el malestar, vistos los datos) de los jóvenes que han pasado de crecer jugando con otras personas a crecer interactuando con ellos mediante pantallas de móvil y muestra que aquellos jóvenes que usan más el móvil tienen peor salud mental, y que este efecto es peor cuanto más pequeños son los niños al comenzar a usarlo. Es también bastante peor el impacto en niñas que en niños, aunque es realmente muy negativo en ambos casos.
Los humanos requerimos de contacto con otras personas para madurar, para aprender a relacionarnos con los demás o a resolver conflictos. Tradicionalmente, los humanos hemos resuelto esto jugando con otros niños y adolescentes de edad parecida. Con la aparición de los móviles con internet y aplicaciones esta dinámica se transforma produndamente: pasamos a tener una relación fuertemente mediada por la tecnología, donde la comunicación es en los comentarios a posteos en estos servicios, y donde los comentarios de los demás pasan a ser mucho más visibles y a recibir una cantidad de atención, quizá, mucho mayor.
Esta es una idea que el propio Haidt ya adelantó en su The Coddling of the American Mind, cuando discutía el impacto de esta primera generación que pasó la adolescencia usando intensivamente internet móvil y su llegada a la universidad. Ahí también introdujo su concepto de Safetyism, algo así como seguridadismo. Que sería una aproximación vital centrada en evitar a todo coste los riesgos, que en el caso de menores implica que desde la década de 1980 se ha venido reduciendo la cantidad de tiempo jugando al aire libre que pasan los niños.
Así, llegamos a una generación que está hipersegura en el mundo físico, pues apenas salen de casa sin acompañar, pero a quienes es deja desprotegida frente a estos servicios de internet diseñados para engancharlos usando todos los trucos que la psicología conoce. Por no saber cuál sería el impacto se tomaron decisiones que ahora mismo parecen haber resultado muy nocivas. Así visto, vale la pena repensar cómo actuar de cara a los niños y jóvenes que aún están a tiempo de pasar una edad crítica con mejor balance que todas las generaciones que han pasado por su adolescencia desde hace una década y pico.
En general, un libro muy interesante, posiblemente más interesante para quienes estén de lleno en la educación de sus hijos, pero ciertamente muy interesante en todo caso, como los anteriores libros de este señor. En Amazon lo tienen en inglés y en español.
[Addenda, sobre la traducción del título al español. No soy traductor de inglés, pero no entiendo por qué en la edición española de The Anxious Generation traducen el título como La generación ansiosa. Mientras en inglés anxious expresa un sentimiento inequívocamente negativo, ansioso en español puede expresar tantos sentimientos negativos como positivos (¡Estoy ansioso por verte!). Quizá haberlo titulado La generación angustiada tiene sus propios problemas, pero el título español elegido no me transmite la misma energía que el título original propuesto por Haidt.]
Anduve leyendo The Peripheral (Amazon), un librito que ya cité hace unos días escrito por William Gibson, quien ya apareció en este blog algunas veces.
Todo empezó cuando Amazon Prime emitió una serie basada en este libro, que fue posteriormente cancelada a pesar de haber tenido un relativo éxito de crítica y público. Dicen que a consecuencia del aumento de gastos de producción derivado de la huelga del sector del cine en Estados Unidos.
Al cancelarse la serie decidí leer el libro, siendo que la serie me había gustado mucho pese a dejar la historia inconclusa, que ya había leído cosas de Gibson, y que es un autor siempre interesante.
The Peripheral trae un novedoso giro a los viajes en el tiempo, y desarrolla unos personajes bastante interesantes tanto en el futuro próximo como en el más lejano, pues hay dos tramas avanzando una ambientada en torno a un hipotético año 2030 y otra unos setenta años más tarde, entre cuyos momentos temporales ha acontecido una sucesión de catástrofes que han reducido la población humana enormemente.
Si acaso, lo único criticable al libro sea el final, algo precipitado, quizá un pelín plano. Puede que se deba a que ya el autor estaba viendo que continuaría la historia en posteriores entregas, pues ya hay una segunda novela publicada y Gibson ha confirmado que está trabajando en la tercera y última, que debería cerrar el arco.
En cualquier caso, un libro que me ha gustado y del que espero leer las otras dos entregas cuando desatasque un poco la cola de libros pendientes.
Una teoría de la conspiración necesita ser sencilla. No necesita tener sentido. La gente teme más a lo complicadas que las cosas son realmente de lo que nunca temerán a lo que sea que se supone que está detrás de la conspiración.
William Gibson, The Peripheral
Tras varios ensayos seguidos decidí leer The Peripheral de William Gibson (Amazon en versión original; además sospecho que no está editado en español, no lo veo ni en Amazon ni en Luces).
Curiosa situación en la que pese a haber leído libros de Gibson a lo largo de los años tenía pendiente éste, con la circunstancia de que comencé a ver la serie de Amazon Prime, cancelada tras una única temporada, lo cual me dejó con la curiosidad de conocer más sobre este universo.
El libro, de momento, me está gustando como también me gustó la serie. Lo tengo casi listo y ya tengo a mano también la segunda parte (Agency). Y mientras leía esta mañana la web he visto que hay una tercera (y final) parte del arco que Gibson está escribiendo en estos momentos (Jackpot). Si Agency mantiene el nivel, habrá que esperarla impaciente.
Jero bloguea acerca de la clásica disyuntiva entre optimizar la carga de los equipos ajustando al máximo de su capacidad (entregas más pero pierdes resiliencia) u optimizar para el flujo, que contraintuitivamente implica no maximizar la carga para conservar flexibilidad ante cambios de prioridades o de la situación de mercado y ser capaces de atender a estos cambios sin demora.
A mí, que soy un informático atípico, porque salí de la facultad de ciencias y no de la escuela de ingeniería, me viene siempre a la mente la diferencia entre eficacia y eficiencia que aprendí estudiando bioquímica en la universidad.
Básicamente, el proceso de conversión de adenosín difosfato (ADP) en adenosín trifosfato (ATP), que es la moneda básica de almacenamiento energético en nuestro cuerpo, es ineficiente por diseño. Es un proceso en el que parte de la energía que pretendemos almacenar se disipa en forma de calor. Eficiencia es hacer algo usando óptimamente los recursos consumidos. En este caso, metes en el cuerpo una cantidad de energía y en lugar de almacenarse toda de forma eficiente, se pierde una parte. Es ineficiente.
Sin embargo, ese proceso demostró ser una gran adaptación. Ese calor que se pierde en esas reacciones ayuda en parte a mantener el cuerpo caliente, algo imprescindible para la vida, pues además de ayudar a mantener el cuerpo algo más caliente sirve para acelerar otras reacciones químicas. Así de forma aproximada, subiendo la temperatura unos 10ºC se duplica la velocidad de una reacción química, de modo que puede en ocasiones compensar perder algo de energía si el objetivo es hacer culminar el mayor número de reacciones posibles. De este modo, esa ineficiencia es eficaz para sobrevivir y a las pruebas nos podemos remitir: el ciclo de Krebs es el núcleo del procesamiento de energía en la vida tal y como la conocemos en nuestro planeta.
¿Qué tiene todo esto que ver con la configuración de las organizaciones? Pues diría que mucho. Lo que necesitan las organizaciones no es tanto eficiencia como eficacia: eficacia a la hora de sobrevivir en el mercado, de ser capaz de reaccionar con presteza a los cambios en su entorno, a las demandas de los clientes. Si para lograr eso has de ser un poco ineficiente, seguramente es un precio que has de pagar con gusto. Y no se trata de gandulear, sino de entender que no es malo que en tu organización los equipos ajusten su capacidad dejando algo de margen para ser flexibles. Esa pequeña ineficiencia es la moneda que te permitirá ser eficaz.