Utilitarismo en los impuestos

Hace un par de semanas hablábamos de los límites del utilitarismo al hablar de familia, natalidad, y pensiones. Existe un segundo escenario muy parecido en el que se suele enlazar por motivos ideológicos la necesidad de pagar impuestos y la disponibilidad de servicios básicos como sanidad y educación. Vamos a hablar del corolario utilitarista de la sanidad y la educación.

A estas alturas ya estarán más que al tanto del rol memético de la sanidad y la educación públicas y de calidad como proxies para debatir sobre ideologías. Los favorables a subidas de impuestos y a una mayor intervención del estado en todos los aspectos lo justifican con la amenaza de que, de no hacerse lo que piden, no habrá más remedio que cerrar escuelas y hospitales.

Dejando de lado el hecho de que es de malas personas proponer, ante cualquier bajada de impuestos y como proponen quienes dicen estar comprometidos con la defensa de los servicios públicos, comenzar a reducir el gasto público por servicios como sanidad y educación cuando estos consumen el 25% del gasto público en España (esto es, cuando hay un 75% de otras cosas por las que empezar), podemos así mismo aceptar el argumento para poder filosofar y juguetear con el mismo, así vemos dónde nos lleva ese sendero de baldosas amarillas.

Si el objetivo último de pagar impuestos no es pagar por el hecho de pagar sino pagar para proveer servicios públicos a la población -algo que en casos de populismo extremo se llega a elevar al altar de ser el único y verdadero patriotismo: pagar impuestos-, ¿qué sucede si hay recetas alternativas que ofrezcan mejores servicios para la población con menos peso de lo público y menos impuestos? Y ¿si, por ejemplo, lo que permite a las personas tener mejor acceso a servicios médicos es el sistema concertado alemán, o el sistema privado suizo?

La flojera argumental de equiparar pago de impuestos a ser buen ciudadano es muy propia de la propaganda de hacienda. Sumar el patriotismo a ese cóctel es la guinda a un pastel bastante agrio. Todo ello hace aguas en cuanto nos preguntamos si hay fórmulas mejores para dar esos servicios que quizá pasen, precisamente, por hacer lo opuesto. Los temas complejos no suelen tener soluciones fáciles.

Pero se puede ir más allá, si el patriotismo es pagar impuestos. Veamos con un ejemplo lo absurdo de equiparar estas dos cosas. Demos por buena la equivalencia y, en ese caso, preguntémonos qué sucede si la mejor forma de proveer acceso a los beneficios del mal llamado estado del bienestar fuese precisamente bajarlos. ¿Nos convertiría eso a quienes defendemos su reducción en patriotas andorranos de la noche a la mañana? Quizá visto así se entienda mejor la tontería del argumento y dejemos de mezclar velocidad y tocino.

Al final, podemos debatir largo y tendido sobre la necesidad de pagar una cierta cantidad de impuestos para mantener un estado, y también un estado de derecho, en el que se cumpla la ley y se garantice la libertad de las personas. Retorcer el argumento para hacer pasar por virtuoso todo lo que sea pagar impuestos per se, sin validación objetiva de lo obtenido a cambio, parece injustificado.

Jose Alcántara
Resolviendo problemas mediante ciencia, software y tecnología. Hice un doctorado especializado en desarrollo de hardware para análisis químico. Especialista en desarrollo agile de software. Más sobre Jose Alcántara.
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