Por fin saqué tiempo para terminar la trilogía de Arturo Barea que ya mencioné hace un tiempo cuando leí los dos primeros volúmenes, abordando su tercer libro, el destinado a la guerra civil española. No me gusta leer sobre la guerra civil, es un tema sobre el que todo lo que se publica ahora hay que poner como poco en cuarentena, si no tirarlo directamente. Me alegro de haber hecho una excepción con este libro.
El relato escrito durante la misma guerra de Barea resulta valiosísimo precisamente por no estar contaminado por la sesgada mirada del siglo XXI, y por estar escrito desde dentro del bloque que el relato actual presenta como prácticamente inmaculado: Barea fue censor y propagandista en el Madrid sitiado durante la guerra, al servicio del gobierno socialcomunista, y tuvo que exiliarse de España antes de terminar la guerra porque sus propios aliados socialistas y comunistas lo echaron del país.
No me gusta leer sobre la guerra civil. Quizá por hartazgo, es un episodio clave de la historia de España sobre el que se miente demasiado actualmente; no es que sean canciones de nuestros padres, como siempre recuerda Gonzalo Martín, es que para muchos de nosotros las canciones de la guerra civil son canciones de nuestros abuelos y para los universitarios de ahora serán ya sus bisabuelos, pues servidor de ustedes ya no es joven ni siquiera bajo criterios administrativos, pese a que la administración se esfuerza en etiquetarnos de jóvenes más allá de lo razonable para poder así arrogarse poder de decisión sobre nuestras cosas. Ya saben, si son jóvenes es que no sabes lo que te conviene, permite que un funcionario de despacho oscuro que no sabe nada de ti lo decida. Pero eso es otro tema y no quiero irme por las ramas.
Retomando el hilo, a priori el tema da bastante pereza, pero tras conocer la infancia en el Madrid tras la pérdida de la guerra de Cuba y el retrato de esa corrupción tan miserable (pobres robando a gente todavía más pobres) de la guerra de Marruecos en la que el joven Barea tuvo que luchar, no podía sino ver cómo se vivió la guerra civil en el Madrid sitiado.
El libro no defrauda en el relato de la sucesión continua de mezquindades, traiciones y conspiraciones vividas en el Madrid controlado por la amalgama de grupos obreristas que terminaron sucumbiendo ante los comunistas apoyados por Rusia. Si bien al final se hace agotador, tengo la impresión de que ésa es la intención misma del autor: la de presentar como asfixiante y agotadora la realidad cuando tus supuestos aliados te obligan al exilio bajo amenazas de muerte y para llegar al exilio has primero de esquivar las bombas que siguen cayendo sobre tu ciudad.
Creo, en cualquier caso, que estos tres libros permiten hacerse una idea realista de la España del primer tercio del s. XX. Por desgracia, mucha de la corrupción que se relata en estos libros y que ya escandalizó a Barea hace un siglo, sobre todo en la malversación de dinero público, sigue sin resolver. Excepción hecha de las muchas barbaridades con las que, afortunadamente por falta de experiencia, cuesta trabajo identificarnos a quienes no hemos vivido guerra alguna, esa corrupción miserable, de pobres robando a otros pobres, es una más de esas facetas que hacen muy desalentador este relato.
Interesante, pero como dices, desalentador ponerte a leerlo. Es una trilogía que siempre me ha llamado la atención, pero que no me veo con fuerzas de afrontar, mis lecturas son de escape, y aunque luego no me arrepienta, me da pereza ponerme con este tipo de libros que son «demasiado realistas» para mis gustos de entretenimiento. Por mi parte me quedaré (ya lo he leído hace unos años) con los artículos/relatos de Manuel Chaves Nogales en A sangre y fuego, creo que también reflejan muy bien las vicisitudes vividas en la guerra civil en ambos bandos, pero aunque solo sea por ser más cortos, me dan menos pereza.
No te falta razón, yo suelo también escoger lecturas que no me dejen mal cuerpo, ya sean ensayos sobre temas que quiero estudiar o novelas de ficción.
A Chavez Nogales lo tengo pendiente, y eso que por casa tenemos el libro, pero es un poco por lo mismo: tengo entendido que el retrato de lo acontecido es tan fiel a la realidad que deja bastante mal cuerpo.
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