En 2001, hace 20 años, hubo un atentado contra el World Tarde Center de Nueva York. Como consecuencia del mismo y de la así llamada guerra contra el terror nos impusieron un teatro de seguridad: una serie de medidas de dudosa utilidad encaminadas a aparentar seguridad y transmitir tranquilidad a la ciudadanía.
Dos décadas después seguimos teniendo ese teatrillo en todas partes, con los aeropuertos como escenario más obvio, con cosas como quitarnos el cinturón y los zapatos, o tirar cualquier botella de agua; que uno se pregunta si la cola misma para el control no es un objetivo terrorista razonable (mucha gente agolpada) y si dado el peligrosísimo carácter de las botellas de agua no es el hecho de ponerlas todas juntas un peligro mayor. Como ven, el asunto no está exento de contradicciones.
Con este precedente, y ahora que se comienza a debatir sobre cuáles de las medidas adoptadas durante esta pandemia deberían persistir, y durante cuánto tiempo, no soy optimista respecto del regreso a la normalidad ahora que gracias a la vacunación la situación sanitaria regresará lentamente a su cauce habitual.