El retargeting es otro de esos inventos incómodos y molestos que nos llegó en estos años de web tardía, donde las aristas del modelo gratis con publicidad dominante gracias al efecto red se ven más visibles, y detestables.
Más allá de la experiencia, es significativo que pasen los años y el retargeting siga siendo tan fallón: que sigan apareciéndote anuncios de artículos que ya compraste, pagados por las propias tiendas donde los compraste, días e incluso semanas después de la compra.
Es relevante por lo que deja entrever: tras toda la fanfarria marketiniana de los gigantes de la publicidad como Google, Facebook, o Amazon, que intentan convencernos de la altísima capacidad de sus motores de recomendación impulsados con machine learning, inteligencia artificial, y blablablá (no sigo porque la cantidad de chorradas es enorme) resulta que al final te bombardean con anuncios que ya no te son vigentes (cosas que ya compraste, a veces incluso en la misma tienda que te sigue haciendo retargeting, y no necesitas hace tiempo) porque ni el algoritmo ni sus sistemas se enteran de nada y tan solo se limitan a spammearte sin cesar.
Esto ya lo hacían hace cuarenta años las empresas que, a ciegas, inundaban tu buzón físico de folletos indeseados. Cuanto más cambian las cosas, más permanecen igual. Ni perfiles, ni personalización, ni capacidad de extraer información suficiente para este propósito a pesar de la cantidad de datos que acumulan.
El retargeting es, a día de hoy, la mascarada al descubierto de la venta de humo marketiniana.
Quizá llegará el día en que alguna de estas empresas sea capaz de saber mejor que yo qué querré hacer dentro de seis meses y concebirá formas de presentarme anuncios que me vendan lo que voy a querer hacer antes aún de que yo sea consciente, de forma que consigan que yo les pague por lo que iba a suceder de todas formas. Pero, como diría Aragorn, ese día no es este día.
Pero, ¿y lo bonito que queda en los informes trimestrales que «el N% de los usuarios que vieron el anuncio compraron el producto»? La relación causal está en la cabeza del que lo lee, pero, eh, la pasta es la pasta.
Está claro que el generador de powerpoints está a todo trapo, con números cuyo sentido nadie en la reunión entiende (y muy posiblemente con fallos gruesos, lógicos y de interpretación de los datos). Pero es como en el baile de las sillas, y en el mundo marketiniano, cuando el cliente no mira, seguro que alguien repite en voz muy bajita que mientras no pare la música, bailamos todos.
Hasta que, de repente, se para.
Sin personotecnia no hay chance. Y la industria actual está basada completamente en el ciclo de las cuatro eses, como publicaba en mi artículo: https://www.linkedin.com/pulse/s4-winter-coming-javier-g-recuenco
Gracias por el comentario, señor Recuenco. Yo es que no creo que estén tomando ese camino, si alcanzan ahí lo harán por fuerza bruta y para ello tendrán que destruir todo lo que encuentren por el camino. Si pueden automatizar publicidad de mierda a coste marginal cero, así tenga una tasa de conversión ínfima, eso harán porque el retorno de inversión es grande ya que el denominador es casi cero. Lo demás se lo dejarán a un nicho de sibaritas tanto desde el lado del anunciante como desde el lado del consumo (clientes premium con precios premium).
Estoy de acuerdo contigo. Claro que la guerra de espadas y escudos pasará al siguiente nivel: Los adblockers se harán obligatorios y pasaremos al próximo nivel: Routers de usuario que bloqueen de manera nativa los anuncios.
Es un cul de sac. Y todas las nuevas propuestas de valor siempre empiezan por el lado sibarita. En 1998 usábamos Google solo los nerds.