Hace no mucho tiempo preparé una pequeña presentación sobre todo lo que implica el trabajo como DevOps, un tema del que quizá hablemos otro día ya que casi todo lo que leo al respecto yerra bastante en su enfoque. Pero eso será otro día. De momento, vamos con el post de hoy, para el que me valdré de una vieja anécdota de mis tiempos de estudiante universitario (undergrad, antes de comenzar la tesis): el día en que me contaron que allí íbamos a aprender a fabricar, envasar, y vender.
El tema es que estábamos charlando con Juan Francisco Arenas, que además de ser un excelente químico físico es un señor altísimo, y, en un momento dado, nos preguntó: ¿Para qué creen ustedes que vienen aquí a la universidad? Mi compañero y yo nos miramos, pensando que la respuesta era fácil: obviamente íbamos allí a aprender química. La realidad, sin embargo, era algo más compleja de lo que nos imaginábamos.
«Claro», nos replicó, «pero vienen ustedes a algo más: aquí se viene a aprender a fabricar, envasar, y vender«. Creo que pocas veces una respuesta tan sencilla me ha hecho volver a ella tantas veces a lo largo del tiempo.
Dejando la química y hablando de software, que es de lo que más hablamos en este blog, en el mundo de desarrollo de software es muy habitual que los profesionales crean que su trabajo es programar y únicamente programar. A menudo olvidamos que programar un prototipo es sencillo y lo realmente complicado es productizar el prototipo. Lograr que corra estable o que sea fácil de desplegar y operar por nuestros queridos sysadmins es clave.
Sin todo eso, tu software no deja de ser un prototipo: poco más que un juguete; y sea cual sea nuestro modelo de negocio, va a ser muy complicado que nos paguen por algo que es poco más que un juguete.
Con todo ello es más fácil lograr que otra persona pueda cerrar un acuerdo en el que a cambio de ese software, o de nuestros servicios, se nos pague. Fabricar (programar), envasar (productizar), y vender (ejem, vender, sí).
Fabricar, envasar, y vender. Si eres de los que piensa que tú tan solo desarrollas y que a ti no te tienen que calentar la cabeza con costes, precios, y demás asuntos de factorías de software (o de jefes), es hora de que vayas cambiando la forma de concebir tu propio trabajo.
Tanta claridad en solo tres palabras. ¡Me las apunto!
Tuve la suerte de tener en la universidad algunos profesores que se esforzaron en que la universidad fuera no solo un sitio en el que aprender conocimientos técnicos, sino en el que madurar intelectualmente.