Como todo lo nuevo en tecnología, como todas las modas así en general, tener un blog, como concepto -como meme antes de que esa palabra se aplicase únicamente a bromas que se comparten por WhatsApp-, tuvo un ciclo de nacimiento, propagación, y muerte bastante estándar.
De los blogs personales a los profesionalizados convertidos en medio (que pueden estar usando casi el mismo software que tú para funcionar, pero desde luego son algo totalmente diferente si hay una miríada de autores y sacan quince o veinte artículos al día) y a esa última oleada de blogs grupales bastante mediocres que hace ya unos años y llegando al final de la ola pretendían hacer marca a base de SEO en un tiempo en que ya todo daba igual porque los grandes servicios centralizados se habían comido la atención y las viejas reglas de posicionamiento ya no servían.
De ahí pasamos por unos años en que cada vez más blogs caen en el abandono. Así que, ¿de qué sirve un blog en 2018 y cómo hay que usarlo?
La idea principal es que el final del camino se parece mucho al comienzo. A día de hoy, si tienes un blog y piensas en la audiencia, en la marca personal, o en el ROI más que en escribir, lo estás haciendo mal.
No puedo dejar de pensar en esto cada vez que veo los largos y pesados posts de profesores de bisnescúl de tercera y consultores rezagados. En los blogs a día de hoy no hay ni atención ni dinero. Apenas hay gente mirando (como en aquella biblioteca de Alejandría donde lo valioso no eran los libros, que había millares, sino los ojos que surcaban los pasillos, buscando un libro para coger) y desde luego no te van a llamar para que hagas promo de muchas cosas; esto no es Instagram.
Bloguear es organizar ideas, reflexionar, aprender. Si estás intentando otra cosa, estás usando el medio equivocado.
Bueno, un poco de atención sí hay. Al menos sirven para que te recuerden, si escribes con frecuencia textos medianamente interesantes. Si sólo buscas «organizar ideas, reflexionar y aprender», tampoco creo que haga falta escribir un blog. Puedes tener una libreta o diario, y escribir (solo) para ti. Abres ficheros en tu ordenador, y «escribes para comprender», sin difundir. Por eso, yo creo que lo que hace interesante al blog es la combinación de ambos objetivos: 1) «escribir para comprender» (motivación intrínseca), 2) captar atención (motivación extrínseca). El segundo objetivo ayuda en lo profesional. Cada vez menos, porque la competencia por la atención es feroz, pero si escribes cosas medianamente interesantes, vas a tener un número nada irrelevante de personas que recuerden que estas ahí, por si te necesitan. Pero es verdad que el primer objetivo suele ser la motivación mayor. Los que seguimos con nuestros blogs (este año cumplo 10º aniversario con el mío) es, principalmente, por eso, porque necesitamos «escribir para comprender». El propósito reputacional también está presente, y completa la ecuación.
A ver, para empezar, claro que tienes razón.
No digo que el blog deba ser autista, lo que no va a ser nunca más es un medio masivo, ni siquiera nada parecido a masivo. Al final quedamos escribiendo los ratoncillos de biblioteca, como al principio… Y estoy seguro que en parte te ayuda a contactar con algún cliente potencial, o a desarrollar alguna conversación que luego poder cuajar en proyectos, pero la mayor utilidad es la un aprendizaje, compartido por supuesto con quienes te lean (algo de atención sí que hay, pero no en el sentido en que la hubo al principio o durante la burbuja de blogs, cuando literalmente ponías un banner a lo loco y ganabas cientos de euros al mes.
Por lo demás, para muchos temas como la visibilidad, incluso Linkedin se ha comido mucho de lo que podía darte un blog.