Hay un chascarrillo que encontramos con relativa frecuencia y que además de ser manido como corresponde a todo eslogan repetido mil veces tiene la cualidad especial de que yerra a la hora de atribuir la responsabilidad de una pifia: en efecto, estamos hablando de la costumbre, facilona, divertida, de echar la culpa de todo al becario.
¿Que te encuentras un titular esperpéntico y erróneo en un diario? Eso es que ya han dejado al becario poner el titular. ¿Que te encuentras un código ñapero en el programa que te toca mantener/reparar? Esto lo hizo un becario seguro. El becario reside en el imaginario colectivo en ese arquetipo de persona que no sabe hacer su trabajo y entra como elefante en cacharrería destrozando lo que pones a su alcance.
Obviamente, los becarios, aprendices, juniors, o como los queramos llamar, tienen mucho por aprender, pero si el becario es capaz de colar su titular erróneo y mal escrito en la portada de tu periódico, la culpa no es del becario. Si el becario es capaz de commitear código sin probar directo a la rama que luego se despliega directamente en producción con Jenkins y todo se rompe, la culpa no es del becario.
Cuando los becarios hacen trastadas, el responsable último es la institución, típicamente una empresa, que no tiene protocolos de trabajo que impidan que un titular llegue a portada sin revisar, o que un código llegue a master sin revisar. El becario puede no saber cosas, de hecho es algo esperable y por eso es el becario, el nuevo, novato e inexperto. La empresa o institución que no es capaz de integrar este trabajo en sus cauces y evitar pifias es la que tiene un problema, pero pocas veces se pone el foco ahí.
Y eso dejando de lado que, justicia poética, hay empresas que tienen los becarios que merecen. Si tu periódico no verifica el trabajo de los aprendices y les deja publicar sin más, desde luego te mereces que la caguen muy fuerte.