O así, al menos, contará la leyenda cuando alguien interprete a la ligera los datos sobre la detención de Sven Olaf Kamphuis, «el hombre que casi rompió Internet»:
«When Spanish and Dutch police arrested him they found the flat occupied by a tangle of cables and computer gear. A copy of the science fiction writer Neal Stephenson’s Quicksilver lay on the unmade bed.»
Ya saben, los adolescentes que leen El guardián entre el centeno son peligrosos psicópatas, los geeks que leen a Stephenson son peligrosos hackers. O eso, al menos, es lo que puede generarse si alguien más a parte del cronista de The Guardian estima relevante que hubiera un libro de Stephenson en la cama deshecha (ya saben, los hackers peligrosos deshacen las camas cada noche; si ves a un vecino con la cama deshecha desde tu ventana, avisa a la policía).
Ah, qué mayor debo ser, cuando recuerdo claramente cómo los jugadores de rol eran locos e inadaptados peligrosos que asesinaban con espadas a personas reales.
Ufff, totalmente de acuerdo. Es un estigma que me tocó soportar (carga compartida con toda la pandilla, vamos) por jugar a juegos de rol y tener dados «extraños». Me acordé de esa movida hace unas semanas hablando del vigésimo aniversario de lo de Waco.
Por otra parte, si alguien mira mis estanterías me caerá pena máxima seguro: juegos de rol y libros de Stephenson a tutti pleni.
Tengo todo Criptonomicón y todo el Ciclo Barroco… en inglés… como mínimo un par de perpetuas me caen…
Que le coooorten la cabeza :D