No sigo demasiado la NBA, pero la temporada de Jeremy Lin con los Knicks parece ser asombrosa. O al menos es lo que se deriva de que al menos dos personas estén disputándose la propiedad de la marca registrada Linsanity (algo así como Lincreíble, por forzar un poco de juego de palabras), el término que los periodistas vienen usando para despertar el fervor en las masas. La situación es tan ridícula que ha levantado el escepticismo de la oficina de patentes (creo que esto es inaudito en un ámbito global desde que Einstein abandonara la oficina de Zürich). Mientras tanto, el señor Chang (primer solicitante) tiene el monopolio de vender merchandising con la mencionada marca, que ha solicitado para ofrecer «bienes y servicios», esto es… camisetas, gorras, globos y todo lo que se tercie. Desde aquí le ofrecemos el premio al monopolio inútil del día. Estoy de acuerdo en que hace falta una ley de antipropiedad intelectual con la que atizar a los que no tienen otra concepción vital que limitar lo que otras personas pueden hacer.