Ayer hubo una debacle tras el mayor escándalo de privacidad reciente, con todos los fabricantes de móviles entonando el mea culpa y distanciándose a marchas forzadas de Carrier IQ y lo que representa (el desdén absoluto hacia los usuarios). Apple, que normalmente es dura para pronunciarse sobre asuntos colaterales de terceras partes, se ha pronunciado en la misma línea de «yo no lo sabía pero no se repetirá» que han usado los demás y que, dada la sospechosa velocidad con la que todos se desmarcan de Carrier IQ, resulta difícil de creer.
He dicho que todos los implicados entonan el mea culpa. ¿Todos? No, por supuesto: los operadores siguen mudos y Carrier IQ escurre el bulto directamente: «son los operadores, ellos nos dicen qué datos quieren almacenar, para ser coherentes con su política de privacidad, y nosotros implementamos la solución».
Ya dije ayer que los operadores no pueden esquivar su responsabilidad en esto, pero el mensaje de Carrier IQ es ofensivo. El implícito es que no están arrepentidos de haberlo hecho, sino de haberla cagado y que los hayan descubierto.
La única palabra que me viene a la cabeza es asepsia, la asepsia del que se lava las manos. Bueno, miento, también pienso en términos de colaboracionismo: si yo no soy el que se come la tarta, sólo el que la cocina (y gana dinero cocinándola pero, por favor, volvamos a la conversación de ascensor). En el mejor de los casos afirman obedecer órdenes sin pensar nunca en lo ético del asunto, lo cual resulta, cuando menos, turbio. Imagino que hablando en esos términos creen estar exculpándose, pero lo cierto es que lo están enpantanando más.
Ganan dinero renunciando a evaluar éticamente su trabajo; que se dejen de milongas.