Escribo este post en Santiago de Chile en pleno passagium, a miles de kilómetros del lugar donde me encontraba hace un año, a miles de años luz de aquel salón de grados en el que defendí mi tesis doctoral hace un año.
Una vida no puede cambiar más, mejorar más, en un año y ni siquiera sé cómo descodificar esta cicatriz que contemplo con la felicidad que uno contempla una herida de guerra ya cerrada.
Como dice el título, que no es sino una paráfrasis de una frase de una canción de Piano Magic de la que hablé en alguna ocasión, soy mucho más rico y todo va mucho mejor gracias a todo lo que rechacé.
Arrepentimientos tengo varios, pero ninguno es tan importante que merezca mención. Viví varias vidas, de todas renací no como un Fénix mediocremente idéntico cada vez, sino más hábil y más sabio, con ojos de serpiente. La última reconstrucción, como una águila calimala más fuerte cada día, es con diferencia la mejor que he vivido. Tuve varias vidas, pero en ninguna como en ésta fui tan feliz.