«La memoria puede cambiar la forma de una habitación; puede cambiar el color de un coche. Y los recuerdos pueden ser distorsionados. No son más que una interpretación, no son una grabación, y son irrelevantes si tienes los hechos.»
– Leonard en Memento
(guión de Jonathan Nolan)
Vivimos la muerte de la conversación efímera, no es sólo que sistemas fuera de nuestro control lo estén grabando todo permanentemente, es que a menudo somos responsables de esto: somos nosotros los que vamos dejando rastro en la web, etiquetando aficiones, fotos, amigos y conocidos. Somos nosotros (plural mayestático) los que nos alegramos de que nuestro proveedor de webmail nos dé un buzón cada vez más grande para no tener que borrar nunca un correo, siquiera ésos que no valen para nada, para dejar que ese diógenes digital que llevamos dentro corra libre. Los datos son la polución de la era digital: se pegan a todas partes y es imposible limpiarlos del todo.
Vamos almacenando un rastro y ése podría ser el problema. Quizá no estamos preparados para que esos datos no desaparezcan del todo. Millones de años de evolución han posibilitado que el cerebro humano desarrolle mecanismos de borrado automático de malos recuerdos; no una negación de la realidad, como diría Calvin es más bien una aceptación selectiva de nuestras memorias. A estudiar ese mecanismo ha dedicado su labor investigadora Michael C. Anderson, catedrático de psicología en la Universidad de St. Andrews, que centra su investigación en este tema y que ha publicado al respecto en revistas tan prestigiosas como Nature y Science. La conclusión de su trabajo parece clara: el cerebro borra, sin preguntar a la consciencia, los malos recuerdos. Modula y atenúa la presencia de esos malos momentos para que no nos hagan la vida imposible. Si hace falta los elimina del todo. Suprime todas esas aristas que harían que nos fuéramos haciendo daño con el-nosotros-que-fuimos-ayer.
Y de repente, la tecnología digital subvierte el modo en que nuestro cerebro funciona. Cuando todo (bueno o malo) lo que nos sucede queda registrado en alguna parte, los pequeños registros pueden volver una y otra vez para cazarnos. Para devolver a la consciencia de lo vivido lo que el cerebro pretendía haber olvidado.
Después de todo, hicieron falta millones de años para depurar el funcionamiento del cerebro y apenas hace unos años que nos vemos forzados a adaptarnos a una realidad en que lo que el cerebro se esfuerza por olvidar las conversaciones y las actividades y las cosas que dijimos que ya quedan siempre guardadas en alguna parte.
Si hablamos en términos evolutivos, 30 años no es mucho tiempo y no será fácil lograr ese cambio desde la fisiología. Quizá sea más fácil cambiar la forma en que aceptamos volver una y otra vez sobre esos malos recuerdos: la forma en que enfrentamos ese registro de nuestra vida que la tecnología digital hace posible. Quizá, sin embargo, nada de esto haga falta: quizá el cerebro sea capaz de soportarlo. Tan sólo es una idea que tuve, podría no ser importante.
Me ha parecido muy interesante tu post pero me vas a permitir una frivolidad:
El cerebro sí que es verdad que olvida, pero con el consumo de estupefacientes todavía más. Yo aún recuerdo experiencias de la infancia con absoluta nitidez y en cambio hay años de mi vida (de los 22 a los 27) de lo que no recuerdo casi nada. Y no fueron malos del todo, pero así es el cerebro.
¿Se podrá hacer olvidar a las máquinas en el futuro?
Estupefacientes para inteligencias digitales que borren datos de donde quieran que estén almacenados.
El cerebro tiene estas cosas.
Jo, jo, jo, bueno… no había yo pensao en la influencia de ciertas sustancias naturales (y no naturales) en esto… desde luego es una reflexión interesante y antigua como el mundo mismo: ¿se podrá inventar un producto que nos ayude a llevar mejor nuestros problemas, sin jodernos y sin alienarnos? XD
Saludos!