Si nuestro contacto con el mundo de las aplicaciones para móviles es pequeño y está marcado por el buzz mediático que se da a historias de éxito como WhatsApp, Instagram, o Angry Birds, podemos llegar a pensar que esa escena es Jauja: uno hace una aplicación, la sube a la Store de turno y para cuando queremos darnos cuenta estamos nadando en billetes. Parte de la responsabilidad es de los medios de comunicación, a los que les encanta retratar esas historias glamurosas mientras se dejan sin contar lo verdaderamente interesante y revolucionario en torno a la tecnología.
Por supuesto, el mercado de las aplicaciones móviles no es exactamente tal y como nos lo narran desde la burbuja mediática.
La realidad del mundo del software para móviles se parece mucho al del software para PC en los 80: mucha compañía pequeña vendiendo software para sobrevivir (no para hacerse rico) y un mercado en evolución rápida hacia la consolidación en un grupo reducido de actores gigantes.
Sólo que esa evolución en el móvil, como todo en el móvil, ha sido mucho más rápida. Ahora mismo ya existe un mercado consolidado con grandes actores, en una dinámica que favorece la concentración (¿recentralización?) con un mecanismo tipo «los ricos se hacen aún más ricos» en el que la innovación deja de ser una necesidad (porque un mercado de esas características pone trabas a los recién llegados y reduce la necesidad de hacer cosas nuevas) y el estancamiento comienza a ser palpable.
Por eso me hace tanta gracia esta viñeta de Dilbert de hace ya 3 años, dando en el clavo una vez más:
Por cierto, que cuando ya tenía este post casi listo he descubierto gracias al blog de Antonio un ensayo breve que seguramente vale la pena leer: No Exit, sobre la visión mítica de montar una startup en Sillicon Valley y, bueno, lo mencionado arriba. No tengo Kindle, así que espero que se pueda encontrar en otro sitio que no sea Amazon.
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