«Por lo general los informes sobre la red mundial de logos y de productos se presentan envueltos en la retórica triunfal del marketing de la aldea global, un sitio increíble donde los salvajes de las selvas más remotas manejan ordenadores, donde las abuelitas sicilianas hacen negocios por medio de la electrónica y los «adolescentes globales» comparten «una cultura global», para repetir la frase de la página de Internet de Levi Strauss. Desde Coca-Cola hasta McDonald’s y Motorola, todas las empresas organizan su estrategia de marketing según esta visión posnacional; pero la campaña que con más acierto capta la promesa igualitaria del planeta unido por las marcas es «Soluciones para un Pequeño Planeta» de IBM.
(…)
Es la aldea donde estamos mutuamente conectados por una red de marcas, pero el revés de cuya trama consiste en arrabales como los que vi en Yakarta. IBM sostiene que su tecnología está presente en todo el mundo, y es verdad; pero con frecuencia esa presencia significa que los obreros mal pagados del Tercer Mundo fabrican los microcircuitos de ordenador y las baterías que mueven nuestros aparatos. En las afueras de Manila, por ejemplo, conocí una muchacha de diecisiete años que ensambla unidades de CD-ROM de IBM. Le dije cuánto me sorprendía que alguien tan joven pudiera realizar ese trabajo de alta tecnología. «Nosotros hacemos los ordenadores», me dijo, «pero no sabemos manejarlos». Después de todo, parece que nuestro planeta no es tan pequeño.
Sería ingenuo pensar que los consumidores occidentales no se han beneficiado con las diferencias que hay en el mundo desde los primeros días del colonialismo. El Tercer Mundo, según dicen, siempre ha existido para mayor comodidad del Primero. Lo nuevo, sin embargo, es el interés por investigar los lugares de origen de los artículos de marca, que son lugares donde las marcas no existen. Así se ha descubierto que el origen de las zapatillas Nike son los infames talleres de Vietnam; el de las ropitas de la muñeca Barbie, el trabajo de los niños de Sumatra; el de los cafés capuchinos de Starbuck en los Cafetales ardientes de Guatemala y el del petróleo de Shell en las miserables aldeas del delta del Níger.»
Naomi Klein, «No Logo» (2000) (Ed. Alfred A. Knopf, a Division of Random House of Canadá)
Dicho lo anterior queda para cada uno decidir si lo que vemos en la imagen superior son molinos que mueven el mundo o gigantes que pretenden dominarlo ;)
«En mi vida privada siento pasión por el paisaje, pero nunca he visto que los carteles embellecieran ninguno. Cuando todo alrededor es bello, el hombre muestra su rostro más vil al colocar una valla publicitaria. Cuando me jubile de Madison Avenue, voy a fundar una sociedad secreta de enmascarados que viajarán por todo el mundo en motocicletas silenciosas destruyendo todos los carteles bajo la luz de la luna. ¿Cuántos tribunales nos condenarán cuando nos sorprendan realizando estos actos a favor del ciudadano?»
David Ogilvy, fundador de la agencia publicitaria Ogilvy & Mather en Confessions of an Advertising Man, 1963
lo estoy leyendo … voy como a la mitad y me parece excelente !!! estoy «pikado» leyendo desde la semana pasada que lo encontre. Creo haber encontrado cita una digna de mencionarse en el libro
<< A pesar de las diferencias culturales, los jóvenes de clase media de todo el mundo parecen vivir en un universo paralelo. Se levantan por la mañana y se ponen sus Levi's y sus Nike, toman sus abrigos, sus macutos y sus CD sony (Ipod's quedaria mejor para esta época) y se marchan al colegio >>
pg. 155
RaVeN … Vs la «Coca-Colonización»
haciendo exacto lo incorrecto
Es un librazo, me alegro que lo estés descubriendo. Yo no volví a mirar a las marcas (y sobre todo a su ecosistema publicitario) del mismo modo.
¡Un abrazo!