Defendemos quienes apostamos por producir modelos productivos alternativos y libres, capaces de otorgar a cada persona la capacidad de emprender, innovar y generar riqueza sin miedo a litigios inesperados la completa eliminación de las patentes de software.
La Free Software Foundation ha sido todo este tiempo un bastión para quienes defendemos este mundo más libre en el que una persona que desee trabajar en una idea pueda hacerlo sin miedo a ver cómo una demanda envía su trabajo a la basura.
Sin embargo, dice Richard Stallman (presidente de la anteriormente mencionada FSF) en Wired que «Let’s Limit the Effect of Software Patents, Since We Can’t Eliminate Them». Es un giro radical en la postura tradicional de la FSF y muchos otros defensores de un software sin patentes y es que del rechazo a la totalidad se pasa a proponer una alternativa al actual modelo de patentes.
[Foto: Richard Stallman.]
La nueva alternativa de Stallman
Su solución es técnicamente elegante, pero peca de cándida. La industria del software no ha movido un milímetro su posición en este tema y la solución que plantea ahora Stallman está pensada para funcionar incluso con la actual inmovilidad, demostrando una cintura que sus detractores le niegan, obviando que una de las grandes lecciones que nos lega su figura es precisamente la de la búsqueda incesante de la compatibilidad.
La candidez viene de pensar que la industria se va a quedar quieta mientras le extiendes a sus pies una modificación legal que les permite seguir patentando ideas… cuya aplicación no podrán frenar con las patentes que seguirían pagando. Stallman aboga ahora por considerar el software como elemento estratégico de nuestra sociedad, al nivel de la medicina quirúrgica, defendiendo a quien use la herramienta o desarrolle otras parecidas. Esto es un acierto de su propuesta: el software es un elemento estratégico de una sociedad que tiene su cotidianeidad y su gestión completamente digitalizadas.
Parece buena idea, pero…
Parece buena idea, pero su visión, pragmática por una vez y muy sorprendente viniendo de uno de los mayores filósofos (sí, he dicho filósofo) del último medio siglo, se relaciona con algo que comentamos cuando analizamos la iniciativa Innovator’s Patent Agreement de Twitter.
Esta percepción de las patentes como inevitables, amparada por la dificultad de eliminarlas, algo que requiere enfrentarse a monopolios concedidos y empresas que han construido su viabilidad sobre esos modelos avalados por los Estados, nos recuerda que lo peor está por venir. La mera acumulación de patentes concedidas, cuyo carácter es asombrosamente amplio y vago, tan sólo empeorará si abandonamos la posición de enmienda a la totalidad y comenzamos a percibirlas como una suerte de obra cultural, a la que podemos aplicar algo parecido a una licencia Creative Patents, como propone la IPA promovida por Twitter.
No son aceptables
No es aceptable pensar que se puede hacer un buen uso de estas patentes. Ya lo hemos comprobado con las otrora patentes «defensivas» de Yahoo! o Google. La más leve amenaza despierta al troll interior que llevamos dentro, en términos de Jarold Lanier, como ha sucedido a esas empresas que en su día se cargaron de defensivas intenciones, o a la decadente Vringo. No hay patente de software buena, ni buena intención que la merezca. Y renunciar a este rechazo total para promover pequeños parches tan sólo asegura un crescendo de amenazas, litigios y restricciones que nos dejará sordos y estancados como sociedad, justo cuando lo que se necesitan son alternativas capaces de promover innovaciones disruptivas.