En la última década se ha producido una enorme transformación de la industria del hardware, que ha tenido un reflejo en la industria del software. No es sólo que Internet se hiciera masiva, es que Apple ha subvertido el orden establecido mediante su proceso de integración vertical. Y ahí viene la cuestión: ¿es posible para Microsoft o Google superar la propuesta de Apple tan sólo imitándola?
Los analistas de Asymco apuntan a la necesidad de Microsoft de mimetizar cuanto antes a Apple. Esto, sin embargo, equivale a que Microsoft se convierta en competencia de sus socios, como bien remarca Antonio Ortiz. Windows 8 está cada vez más cerca, y los creyentes de religiones diferentes repiten el mantra (que llevo oyendo desde que salió XP) de que «Windows 8 será el último». No lo creo.
No obstante, con la inclusión de su propia «App Store» y el anuncio de su propio tablet (Surface) con Windows 8, parece que el sector de OEM socio tradicional de Microsoft comienza a ver las orejas al lobo:
- Dell anuncia que vuelve a intentarlo con Ubuntu, esta vez sin presión de la comunidad de usuarios, aunque haya dudas razonables de que el enfoque sea correcto (de entrada, ¿serán capaces de dar soporte y el hardware soportará actualizaciones? En el pasado lo hicieron mal aquí.)
- Valve anuncia que se abren a Linux y portarán algunos de sus juegos a este sistema.
La duda que nos queda es, ¿son excepción o anticipo de una nueva norma? Para Linux, me temo, todo esto llega una década demasiado tarde, cuando lo aspiracional está en otra parte.
Pero volviendo a la pregunta original (¿es posible ganar a quien fija las reglas del juego?), vemos que la respuesta no es baladí, pero quizá no sea tan complicada.
¿Cómo llega Apple a este proceso de integración? Por tradición (o por abnegación), Apple no contó con el entorno de fabricantes/socios que sí artículó Microsoft. Es por eso que terminan desarrollando un sistema en el que, a lo Juan Palomo, ellos hacen todo. Pero para que Microsoft imite este comportamiento ha de renunciar a su principal ventaja: la de que sus sistemas vengan preinstalados en millones de dispositivos. En el móvil, por cierto, es Google (otra empresa que siempre buscó tener su propio sistema autárquico) quien está desempeñando ese rol. Windows 8 aún no está a la venta y algunos de sus socios ya se remueven en la silla; alguien en Cupertino debe estar sonriendo.
Más allá de que el modelo Windows/Android de venir preinstalado seguramente no sea el más lucrativo por unidad vendida, dado su mayor volumen de ventas sí que es una opción más que valida.
La cuestión es si las empresas que intentan batir a Apple copiando sus pasos, aceptando jugar con el terreno y las condiciones que Apple estableció para sacar el mayor beneficio a sus propias limitaciones y rechazando inventar una solución diferente e innovadora, tienen opciones de superarlo. A día de hoy, creo que no, pese a que puedan arañar un poco de share: si dejas a otro escoger el terreno de juego, el arma, y las reglas, tus opciones de ganar son nulas.
Por supuesto, en el camino quedamos los usuarios que podremos elegir entre lo malo y lo peor: nos enfrentamos a la terrible situación de convivir con un único monopolio que no nos deje elegir qué hacemos, o con tres o cuatro monopolios más pequeños pero ideológicamente idénticos en los que el lock-in es tan terrible que una vez eliges un proveedor, tu situación no difiere en nada a la que tendrías si sólo hubiera una única opción.
El título del post me hizo pensar más bien en los gobiernos. Me parece creíble pensar que por como van las cosas donde vivo (el enlace funciona con cookies y js desactivados) pronto viviré como en los peores días de Colombia.
Así que quiero pensar que la respuesta a la pregunta es «sí». Falta pensar bien en el cómo.
Ojalá tengas razón, y espero que la situación por allá no empeore. Aunque últimamente he leído menos, hemos seguido con mucho interés toda la previa a las elecciones ya desde el pasado 2010 con algunas propuestas valientes que junto al fallido intento de legalizar la marihuana en California amenazaban con blanquear un negocio que ahora, por ser ilegal y negro, está lucrando al narco y dándole fondo para aguantar su sistema…
Así que sí, intentemos pensar cómo, pero siempre teniendo en cuenta que «el que lucha con monstruos debe cuidar que en el proceso no se convierte, él mismo, en monstruo» :)
En el caso (muy diferente) de la tecnología, ¿de qué sirvió que Google lanzara Android? Se ha convertido en otro iOS: igual de cerrado, igual de controlado por una única corporación, igual de tabletizado para fomentar el consumo acrítico de contenidos, y no su creación (que es lo verdaderamente empoderador: consumir y luego producir, reciclar ideas, evolucionarlas).
Entre que no hay computadoras de bolsillo que funcionen sólo software libre y las advertencias que había visto acá, nunca me acabó de gustar android.
Si llego a tener un smartphone será con mer o alguno similar. Tal vez parabola, si se nos ocurre hacer otro port (bastante problemático con poca gente y poco presupuesto).
Es una lástima que de entre la minoría consciente del peligro que entraña la centralización en una infraestructura ajena y con software privativo no haya surgido un mercado lo suficientemente sólido para resolver los retos que tiene por delante el Software Libre, aprovechando lo que podríamos aprender de los líderes del mercado pero sin dejar de empoderar (como dice el mantra: «Lo simple debe ser fácil y lo complejo posible»).
1. Coincidimos en Android. A mí nunca me gustó que tuviera licencia blanda, el software es libre (cierto) pero no llega libre al usuario (las operadoras lo modifican, lo compilan y te dan el ejecutable lleno de bloqueos).
2. No conocía mer. Su gran problema es el de otros sistemas intentando llegar al móvil: el acceso al hardware. No hay un mercado de clónicos, ni siquiera de «genéricos». LG, HTC, Samsung o Hauwei podrían vender su hardware sin software, pero no lo hacen.
3. ¡Gran mantra! :)
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Aprovechando que se habla mucho de Steve Ballmer estos días, Venkatesh Rao desmitifica la importancia del CEO en los logros y fallos de una compañía. En una onda parecida, Jose Alcántara se pregunta si es posible ganar imitando a quien fija las reglas del juego.