Lo interesante es que por estúpido que parezca, uno de los mayores problemas de privacidad que tenemos reside principalmente en lo poco que valoramos nuestros datos personales. Algo que hace que incluso ideas estúpidas como la de Spock.com puedan tener su cuota de éxito.
Hace unas semanas estaba con unos amigos en un festival (uno de estos festivales de verano), sentados en un parque un sábado cualquiera y se nos acercó una chica con un papel y un bolígrafo diciendo «¿quieres participar en el sorteo de un iPod? tienes que poner tu nombre, tu e-mail y tu número de teléfono móvil». Éramos cinco personas y firmaron cuatro (desastroso). El clásico «panal de miel» al que las moscas se pegan; ingeniería social que diría Mitnick. La propuesta no podía ser más simple, pero tuvo un éxito abrumador; consideren que excepto yo (que no suelo entrar a estos juegos), firmaron todos.
De nada sirve que la tecnología te ofrezca mecanismos para proteger tu información si al primer desconocido que te pregunta le das todos tus datos (nombre, correo-e, nº de tlf). Cuando se trata de privacidad, somos el rival más débil.