Muchas veces hemos oído comentar (incluso en este blog) nuevas leyes que nos han parecido negativas con frases tipo: El gobierno promueve tal. El gobierno promueve cual.
Otra versión (que en este blog procuramos no utilizar) es añadir a esa frase el «y tú más», siempre tan socorrido. «Sí, ZP aprueba la LISI, pero Aznar aprobó la LSSI» «Aznar vendió lo que quedaba de Repsol, pero ¿quién privatizó primero? González» En todo caso habría que añadir el «y tú también».
Ambas aproximaciones yerran porque se dejan a un lado la respuesta verdadera que es mucho más sencilla que todo eso (tan sencilla que a menudo no se le hace caso). Si cambias los sujetos de esas afirmaciones (gobierno, zp, aznar, psoe, pp, …) por Estado, todas esas afirmaciones son la misma con un único sujeto siempre legislando en el mismo sentido (curiosamente, siempre a la contra de los intereses de la mayoría y de sus deseos). [recuerden, por ejemplo, todas las leyes sobre internet y sociedad digital aprobadas con un partido que luego fueron reforzadas por quienes perjuraron que la quitarían]. El Estado quiere tener internet bajo control. La arquitectura informacional de la red destruye una autoridad basada en un acuerdo que no tienes la posibilidad de rechazar y para el cual no se requiere tu consentimiento (una imposición en toda regla) y por tanto la internet así construida debe ser destruida. Es el Estado el que va aprobando todas esas leyes, sin importar quién gobierne en un momento dado.
No es el gobierno el que promueve, sino el Estado el que va aprobando las leyes que lo defienden (a él) de los ciudadanos. No podemos ignorar que los Estados nacionales tienen intereses que están por encima del gobierno que pueda dirigir la administración en un momento puntual; y que desde luego no tienen nada absolutamente que ver con los intereses de los ciudadanos.
Es exactamente obviar eso lo mismo que los obamaescépticos (por decirlo de alguna forma) reprochamos a los que tenían sueños húmedos con la reciente elección del presidente estadounidense (presidentes de gobierno incluídos).
Además se soluciona otra disyuntiva teórica: sólo considerando que el Estado tiene intereses propios, diferentes a los de su gobierno y radicalmente diferentes a los de los ciudadanos se puede entender que una y otra vez, dando igual quién gobierne, los deseos de la población y sus intereses sean ignorados.
¿Es posible un gobierno que no doblegue sus intereses a los del estado y realmente actúe para defender los intereses y deseos de la población? Me niego a creer que no hay una alternativa a este crescendo autoritario, así que aunque esta alternativa no podrá venir nunca desde las fuerzas establecidas, creo que es posible construirlas.
Interesantísima reflexión. Aunque un político nunca subscribirá tal posición porque, de cara al público:
Pura polarización política más el conmigo o contra mí. En todo caso, todo sistema lo suficientemente grande (en este caso Estado + Capital) acaba por desarrollar sus propios intereses y lo que propones parece una curiosa forma de darle la vuelta a las conversaciones con calentón partidista. Muy bueno.