Cuando en La neutralidad de la Red analizamos el mundo de la movilidad (gran impulsora de la geolocalización) y sus implicaciones lo hacemos porque a través de esa mirada podemos vislumbrar destellos de lo que está por venir.
Es así cuando lanzamos una mirada a las tarifas con límite de descarga y quizá sea también así cuando miramos a la naciente preocupación por los propios datos, que vamos dejando ahí dispersos y son monetizados por los intermediarios que nos prestan servicios de Internet.
En los últimos meses asistimos a numerosos escándalos relacionados con el uso y abuso de los datos de los usuarios. De TomTom a Apple, y en menor medida también ha salpicado a Android.
La suma de todo hecho hace que en 2011 la preocupación por la privacidad aparezca como gran tendencia, algo que no deja indiferente ni siquiera a las grandes máquinas de producir contenidos, habitualmente centradas en otra cosa, como ReadWriteWeb (gracias, Antonio).
La respuesta de los fabricantes de navegadores también va llegando, con Firefox a la cabeza. Si bien se trata de una respuesta a la petición de la FTC estadounidense realizada en diciembre pasado: habilitar mecanismos de opt-out que permitan a los usuarios escoger cuándo sus datos no deben ser utilizados con fines publicitarios.
Firefox ya implementó esta do-not-track option en su versión 4 (aquí podemos ver cómo activarlo en Firefox 5), pero Google manifestó su disconformidad (recordemos que Google es, ante todo, un vendedor de anuncios) y no sabemos si Chrome/Chromium) tendrá alguna vez una opción similar. Esto dio madera a Facebook, que la convirtió en leña contra Google, que a su vez intenta hacer de los términos de uso de su Google Plus la antítesis de lo que Facebook hace con sus usarios… y podríamos no términar.
Lo móvil va a determinar cómo nos comportaremos en los próximos años. Y si lo pensamos detenidamente resulta muy complicado enfocar esta reflexión sin meter en el ajo a los grandes de siempre, que se comportan como aquellos lobos que votaban junto a la oveja el menú de la cena. La gran cuestión que nos queda es si, siendo este viaje inevitable, estamos preparados para jugar nuestras cartas.