Estos días leí el Manifiesto ciborg de Donna Haraway. Sí: pese a su brevedad tardé varios días en leerlo. Son días ocupados, como también se percibe en la baja actividad de este blog.
El manifiesto ciborg de Donna Haraway contiene algunas ideas interesantes. Esto y su brevedad ya justifican su lectura. Pero esta lectura no ha sido, en mi caso, sencilla. Haraway acusa su academicismo en la construcción del texto, y lo hace farragoso a ratos.
Y luego está el feminismo. Al que hago un párrafo aparte por lo cansino y lo irritante. Afirmaré sin miedo a mentir ni a ser malinterpretado que toda mi vida he tenido con las feministas las mismas peleas que con mucha otra gente que se dedica a clasificar personas por lo que son y no por lo que hacen. ¿Eres blanco, negro, hombre, mujer, inglés o nigeriano? Pregunta errónea. Esas preguntas dicen más acerca del que pregunta que acerca del que responde. Tenía que decirlo.
El manifiesto ciborg de Haraway hace una interesante presentación de lo que ella llama identidades fracturadas (la parte más válida del texto, y justo la primera), en la que deja claro que pese a estar escrito en los años 80, Haraway ya percibe el modo en que las redes cambiarán las formas de organizarse y llevar a cabo las luchas por los derechos. Los que en 2009 aún somos veinteañeros y hemos trabajado en tres países diferentes sabemos que lo que tenemos por delante es un camino con muchas estaciones diferentes en las que la vieja construcción identitaria territorial, el nacionalismo tal y como se presenta a sí mismo, no es más que un estorbo. Una fuente de fricciones en tu quehacer diario hables con quien hables, incluso si te quedas en casa. Pero la deriva de Haraway y su afán por «desarrollar formas de lucha colectiva para las mujeres en puestos de trabajo pagados», por el simple hecho de ser mujeres y sin cuestionar sus méritos –y no pretendo destacar a los hombres, pues esa generalización sería igual de errónea, y hago esta aclaración porque puedo ver a los bienpensantes detrás del teclado y estoy harto de bienpensantes y bienpensantas— puede llegar a ser exasperante.
Imagino que Haraway no contaba con el hartazgo del lector aburrido de palabrería barata profeminista (y pro-(*)-ista en general) y de reivindicaciones tan carentes de sentido, por cuanto el criterio escogido para ser objetivo de ayudas reivindicadas por todo tipo de colectivos es que se piden cosas para gente que nace algo y no que se hace algo a base de esfuerzo. Y es que será esa aversión mía, pero es una vez más el ser y no el hacer. El mismo criterio escogido por los que critican la envidia igualitaria, a los que seguro que Haraway, que mina su texto de referencias a un hipotético socialismo (supongo que el auténtico, que ya sabemos cómo las gastan los creyentes), no ve con buenos ojos… pese a las terroríficas similitudes de enfoque ser-hacer.
En ese sentido, y gracias al buen diagnóstico que se hace de la incidencia de las nuevas tecnologías en la organización de las comunidades, que son el punto realmente interesante del texto, el texto es una lectura breve y recomendable; y aún así no terminó de serme fluida. Una idea similar (mucho más acentuada en el caso de Haraway) a la que tuve cuando leí Mundo libre de Ash: un libro en el que Ash afirma cosas realmente interesantes que acaban perdiendo algo de fuerza por su incapacidad para enfocar la discusión más allá de una mirada nacional absolutamente incompatible con lo que afirma en su libro.
Volviendo al manifiesto, si nos limitamos a leer el texto fijándonos en el análisis que hace de las redes y del modo en que la tecnología cambia la forma en que nos relacionamos, difuminando nuestra identidad «a priori» y dotándola de nuevos atributos que nos permitirán definirnos más y de una forma más acorde a lo que queremos ser, el texto abandona ese estado de quiero y no puedo feminista para llegar a ser productivo. Y lo hace porque, piense Haraway lo que piense, la tecnología ayudará a todos a tener una vida mejor, y no sólo a las mujeres; y una pretendida mirada sexista a la misma no me parece relevante. A menos que queramos seguir definiendo esas clases que Haraway afirma que ya no pueden ser definidas… o que yo no haya entendido nada en absoluto. (Me pasa a veces.)
Salud
Supongo que antes de decir nada debería leer el texto, pero como soy un bocazas, haré las cosas al revés. Si bien comparto cierto hartazgo en determinados temas (más bien retóricos muchas veces), sí estoy seguro que aun es necesario positivizar políticas (no necesariamente dentro de los poderes públicos, sino entre nuestras propias «micro sociedades») en que lo que se «es» aun prima sobre lo que se «hace», claro que de buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno, o algo así.
Dentro de los movimiento anarquistas se discute mucho el tema de si son necesarias, por ejemplo, organizaciones o suborganizaciones feministas o reivindicaciones concretas de las mismas (en tanto que el anarquismo tiene como fin la libertad e igualdad máxima, peticiones «particulares» carecerían de sentido), un botón del debate: Paginas 24 y 25 del Periódico de CNT de marzo (PDF).*
El mismo debate he visto en el movimiento de SL, sobre todo cuando salen iniciativas «para mujeres». Para este tenía una buena contra crítica a los peros puestos por la comunidad a las iniciativas feministas, basadas en el «tras el teclado somos iguales» y «nadie discrimina a las mujeres en el SL», esto último que no termina de ser cierto, pero el enlace hace tiempo que está roto y no recuerdo el nombre de la autora :(. Básicamente describía las barreras que se encuentra una mujer por ser mujer tanto en su entorno social como dentro de las comunidades de SL donde priman los hombres y las razones por las cuales las iniciativas de mujeres no excluian a los hombres pero sí significaban pasos para introducir a las mujeres de lleno en el SL (el artículo era viejo, así que supongo que muchas cosas han cambiado en estos años).
«la tecnología ayudará a todos a tener una vida mejor»
Eso es cierto, pero cada avance tecnológico no ayuda por igual a ambos sexos, al menos no de partida. La tecnología se usa dentro de una sociedad donde los roles están más o menos marcados, y donde (aunque se van diluyendo) el «ser» sigue siendo más importante que el «hacer», así que no es raro que un avance (o muchos) tecnológico «liberen» más a un colectivo que a otro.
Un ejemplo: La lavadora ayudó mucho más a las mujeres que a los hombres, las primeras eran las encargadas (rol social mayoritario) de lavar la ropa, y esas máquinas supusieron un verdadero avance tanto en su tiempo libre como en su salud (y eso es algo que mis tías mayores, cuando recuerdan las horas que pasaban, incluso en invierno, en el río lavando, reconocen sin sonrojo). El rol social no cambió (las lavadoras no fueron una «revolución» ni la panacea), la mujer siguió en ese empeño de limpieza y el hombre a otras cosas (ojo, raro era el hombre solo que lavaba sus cosas, más bien las llevaba a que se las laven), pero sin duda fue algo que mejoró más sus vidas que la de sus compañeros varones. (Igual es un caso muy concreto, pero valía la pena recordarlo.)
Sin dudas el punto final es la igualdad, la desaparición por tanto de esas diferencias hombre/mujer, pero la forma para llegar a ese punto (la estrategia) creo que sí puede incluir determinadas políticas activas, el que el fin sea la igualdad no significa que en el camino debamos olvidar que existen (actualmente) diferencias marcadas por el ser.
Hasta luego ;)
PD: En el próximo DRAE se aceptará, por fin, ciborg, pero no cyborg, cosas de la vida.
*En este punto un extra: Muchos anarquistas durante los inicios de todo el movimiento (incluso en su época de más esplendor, como los años veinte y treinta del siglo pasado) eran profundamente machistas, así que si bien la mayoría entendía que el fin era la igualdad, había que hacer pedagogía feminista, de igualdad entre los sexos, no bastaba la sola igualdad proclamada por el anarquismo para que los anarquistas dejaran de ser machistas.
Cuando me preguntan aquello de «¿cuál es el mejor invento?» yo nunca digo la rueda, ni internet, ni nada de eso. Desde hace muchos, muchos años siempre respondo «la lavadora», porque verdaderamente hay pocas cosas que hayan cambiado tanto la vida a un colectivo tan grande en tan poco tiempo. La igualdad de la mujer se empezó a forjar cuando nuestras madres y tías comenzaron a tener suficiente tiempo y ausencia de cansancio como para pensar y rebelarse (sutil o enérgicamente). Alguien esclavizado, y lavar la ropa a mano es esclavitud, no tiene la energía de hacer eso – la vida es pura supervivencia.
Otro ejemplo de avance tecnológico que favorecerá más a las mujeres que a los hombres son los exoesqueletos como los que ya ha presentado Hitachi (creo) y que hacen que la fuerza en ciertos movimientos (como cargar peso) se incremente 10 veces. También favorecerá, por supuesto, a personas con problemas musculares o neuronales que los tengan postrados en una silla.
Eso va como aportación al debate… porque el manifiesto yo tampoco lo he leído.
Saludos.
Vale, touché por los dos. Entiendo que hay tecnologías que favorezcan más a unos que a otros. Pero lo hacen por el mismo motivo que imprementar 10 Eur el sueldo no es lo mismo en Nigeria que en Boston. En un sitio es 10 veces el sueldo y en otro no te pagas ni los chicles. El que menos tiene siempre tiene más que ganar. Con la lavadora y con toda tecnología liberadora.
Pero eso sigue sin justificar, desde mi visión, las políticas proactivas. Lo que hay es que enseñar es el respeto al otro y, sobre todo, el respeto a la diferencia. Hablando en términos estadísticos, algo que hace Haraway y en donde demuestra su formación científica -bióloga- como base del rigor, es posible que haya ciertas diferencias en el modo en que, en general, hombres y mujeres afrontan situaciones. Digamos que unos tienen más tacto para unos asuntos, otros los resuelven con otras aproximaciones y, en general, el cerebro toma decisiones que quizá no son idénticas, casi nunca. ¿Qué parte de esas diferencias son de origen cultural -inculcadas desde la infancia- y qué parte es fisiológica? Supongo que no todo es cultural. Y no soy el único. Hay toda una corriente de feminismo que es denomina el feminismo de la diferencia y que lejos de buscar la liberación de la mujer a fuerza de copiar los comportamientos típicamente masculinos, pretende hacer valer y respetar la diferencia entre ambos colectivos. Por ej., que una mujer se dedique a lo que quiera, y realmente a lo que quiera: si quiere trabajar y ser directiva y dejar de lado todo lo tradicionalmente dedicado a ella, que no se la mire mal; si decide que quiere hacer todo lo que tradicionalmente se le había reservado, que nadie la mire mal; pero que sea su elección. Y no reclaman políticas positivas a ese grupo, tan sólo respeto por la diferencia. Me parece mencionable, es una corriente de la que no se habla en el feminismo de postal vacío que se usa en la tele para ganar votos. No sé si me explico. Es complicado, tengo miedo de usar la palabra imprecisa. La gente se toma estas cosas muy a pecho y no quiero discutir con nadie con quien seguramente voy a estar de acuerdo en mucho más que en lo esencial :)
No sé, es que hay cosas que me cansan… supongo que tengo manías como todos. Al menos parece que nadie me ha malinterpretado… cuando uno dice cosas que se saltan las normas de etiqueta, lo fácil es que el troll pase provocando. Este blog debe ser un asco si no tiene ni un miserable troll :_D
Saludos.
Para mi, lo que queda de Haraway es el ciborg realmente existente, la idea de que el interfaz electrónico -en vez del interfaz cuerpo- iba a producir una eclosión de identidades (estábamos lejos de ponderar la «red distribuida» en los 80).
Es decir, que lo que aporta inet no es sólo la posibilidad de comunicar de cada uno a muchos, sino que el que esa comunicación se de a través de palabras, de textos electrónicos, cambia lo comunicado.
Lo demás -sin desmerecer- pertenece más al siglo XX que a este…
Exacto: lo mejor que aporta es esa visión (realmente adelantada y preclara) de las nuevas identidades que serían posibles con la red, que apenas se atisbaba en aquel momento y cuya importancia supo ver.
No voy a comentar sobre el manifiesto en general, porque bastantes visionarios y proyecciones llevo ya vistas, además nisiquiera lo he leído. Sólo voy a hacer un comentario sobre el feminismo, que ya hoy en día me parece que está dejando de ser necesario, siquiera útil, para convertirse en contra producente. Hoy en día parece que se busque más la venganza, la discriminación del otro sexo, que la igualdad. Pero dejando eso al margen:
El feminismo perderá por completo su sentido cuando los dinosaurios dejen de gobernar y de dirigir las empresas. No os preocupeis, la programación social funciona, toda la gente que ahora dirige el cotarro está un poco fuera de eso, le tocó de refilón, pero cuando los jóvenes de hoy sean los presidentes y empresarios de mañana tendremos una sociedad acorde a los valores que le han programado a esta generación.
¿Eso hará que todos estemos felices y contentos? Pues no, porque la siguiente generación de veinteañeros que se creen rebeldes y activistas vendrá a reclamar a la nuestra los nuevos valores del mismo modo que lo hacemos nosotros hoy.
Es el Uróboros, es nuestra sociedad.
Yap, de todas formas creo que un buen resumen lo hace David en su comentario: lo que queda de Haraway es la idea de que la red, ese interfaz electrónico apenas atisbado en los primeros años de la década de 1980 iban a producir el nacimiento de un montón de nuevas identidades.
Al final me da la impresión de que Haraway no está hablando tanto de feminismo como de reformularse a uno mismo y así encontrar nuevas formas de evitar la dominación. Que circunscriba esta dominación al status quo de patriarcado capitalista occidental y que por ello le contraponga el feminismo me parece realmente secundario.
También recelo de ciertas propuestas feministas igualitarias porque, en vez de criticar actitudes de dominación (gobierno, empresa jerárquica, ejército ), acaban por nutrir sus filas con ellas. Tal vez sea mucho pedir a los feminismos, pero puede justificar la existencia de las «iniciativas para mujeres» circunscritas a movimientos progresistas que nombra Jomra.
Respecto a lo que dice Darth_SHAKER, tengo mis reservas sobre que esta sociedad esté transmitiendo valores no sexistas (no hay más que ver los anuncios de radio y televisión). Y como digo en el párrafo anterior, no creo que sea un progreso que estructuras de dominación jerárquicas como gobiernos y corporaciones pasen a aumentar sus filas con mujeres (o con quien sea).
Ay, Iván… descubrir un comentario un mes tarde es siempre incómodo :(
Es posible, es posible que Haraway busque una liberación más que centrarse en esa identidad femenina, o que busque una liberación sin ceñirse exclusivamente a esta identidad… yo tan sólo pensé que la metáfora no me parecía justa. Estoy harto de tanto buenismo igualitario, precisamente porque (como tú dices) la misma sociedad que te habla de igualdad y ajos similares transmite valores sexistas. Es bastante hipócrita.
Liberación, sí; a través de la identidad, sí. A través de una identidad gracias a lo que hago en el mundo, y no a lo que nací. Ni príncipes, ni princesas, ni nadie que tenga más derechos (o más posibilidades) que nadie por haber nacido algo. Aunque ese algo sea algo tan a priori inocuo y general como el sexo.
Un saludo, tio!