«Cuando Marco Polo llegó a China en 1271, se encontró con una civilización milenaria que había sido capaz de inventar el papel, la porcelana, la imprenta de bloques de madera, la pólvora, el compás, las cometas, la carretilla, los fuegos artificiales o los canales con compuertas. Un mundo maravilloso que parecía estar a años luz de esa lóbrega Europa medieval pero que, a pesar de que Marco Polo no se daba cuenta, estaba cambiando de manera irreversible: con la llegada de los mongoles y la dinastía Yuan, esa China que tantos inventos había producido empezó a dejar de generar ideas y se vio superada por una Europa que, en pocos siglos, fue capaz de hacer las revoluciones científica, industrial y social que dieron lugar al mundo occidental que hoy conocemos.
Por qué la civilización china quedó tan atrasada en tan poco tiempo es uno de los rompecabezas más fascinantes de la historia. Entre las muchas teorías existentes, la más convincente es la de Geoffrey Lloyd y Nathan Sivin: los conocimientos en China estaban en manos de una burocracia feudal (el mandarinato) cuya misión era controlar y administrar ese gigantesco país. Los burócratas decidían a través de un complejo y durísimo sistema de exámenes, no sólo quien era apto para acceder a los conocimientos sino qué tipo de conocimientos eran aceptables. Es decir, el estado decidía qué se debía estudiar y cómo se debía estudiar. La monopolización de los conocimientos y la educación por parte del funcionariado hizo que desapareciera el pensamiento libre e independiente y el escepticismo sistemático que se requiere para que surjan las ideas y la innovación. Los «sabios» chinos eran poco dados a buscar nuevos conceptos por miedo a irritar al establishment doctrinal.
(…)
Les explico todo esto porque parece que estamos asistiendo, en directo, a una nueva pérdida de liderazgo intelectual: la de Europa. Las grandes universidades de Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza o Italia, que eran las mejores del planeta hace sólo 50 años, han dejado de liderar el mundo intelectual. ¿Por qué? Pues por la misma razón que chinos, islámicos o grecorromanos perdieron su hegemonía: el control monopolístico por parte del estado.»
– Xavier Sala-i-Martin, catedrático de la Universidad de Columbia.
El artículo entero es una lectura interesante (gracias, Pululante).
¿Se acuerdan del post del otro día sobre Investigación, competencia y precariedad? Una de las tesis del otro día es que la decadencia de las condiciones en que se da la investigación es consecuencia de que el Estado es el único contratista de investigadores. El mismo Estado que después de maltratarte durante años compra tu voluntad de queja con una plaza por la que, para colmo, habrás de estar «eternamente agradecido» (sí, no puedo decir esa frase sin pensar en los muñecos de Toy Story).
En fin, cuanto menos, el artículo de Sala-i-Martin es interesante. La sensación que deja es de hastío.
El estado no se manda solo y este señor lo sabe. Detrás del poder del estado están los grandes intereses empresariales que son los que acaban dictaminando que es importante y que no lo es en el conocimiento. El estado es solamente la correa de transmisión de las ordenes de quienes si deciden que pasa y que no.
¿Me he perdido algo?
Si en ese artículo ves una justificación al plan de Bolonia, entonces debo estar bastante obtuso, porque yo veo que descalifica ese plan.
Si de verdad piensas que la gestión que el Estado está haciendo de la Universidad y de la investigación es positiva, entonces no tenemos nada de qué hablar porque sé de lo que hablo y, al menos el Estado español, no lo puede hacer peor. Otra cosa es que Sala-i-Martin olvida que nadie está prohibiendo a la iniciativa privada innovar e investigar, y no lo hacen porque en los tiempos que corren, y especialmente en Ejpaña, lo que mola es el pelotazo y no el trabajo concienzudo de un equipo de i+d. Pero eso es otra historia.
Y si realmente el estado es una correa de transmisión de intereses empresariales y nada más, ¿de qué carajo nos sirve? Si no está ahí para protegernos de esas empresas, ¿para qué lo queremos? Para nada. Y esto lo digo tan sólo por si estuvieras pensando que el Estado es mejor que esas empresas.
Mi punto de vista es que este es otro ejemplo de las verdades doctrinales a las que Sala-i-Martin me tiene acostumbrado. Por ejemplo: en España al menos sé de un caso en que la censura no vino del estado, sino de BBVA. Pregúnten a Carlos F. Liria de la UCM.
Saludos.
Exacto: Si el Estado no nos defiende del zopiloteo empresarial: ¿para qué diablos nos sirve?
El Estado no es mejor o peor «per se»: es sencillamente funcional para quien tenga el poder de él. Y funciona para que allá, y aquí, unos cuantos se enriquezcan lo más rápido posible. Y tan no creo que el estado haga un trabajo para la mayoría, que. con respecto a las universidades, allá sirve para poner en marcha el plan privatizador, como aquí. Y aquí, cuando no les funciona como quieren las cosas, recorta subsidios cuando no interviene policiacamente como en la UNAM en 2000.
Saludos.