Aunque en nuestro idioma se los conoce como el 11-S, los atentados de las torres gemelas que marcaron todo un hito en el comienzo de siglo son conocido en Estados Unidos, país donde tuvieron lugar los atentados, como el 9-11. Esto es porque en notación estadounidense, el mes se antepone al día.
Siempre me resultó curioso que el 11-S mandara a dormir el sueño de los justos la efeméride del golpe de Pinochet en Chile, que tuvo lugar con evidente apoyo de la CIA estadounidense un 11 de septiembre y que acabó instalando en suramérica otra de las dictaduras sangrientas utilizadas por los EEUU en las décadas de 1970 y 1980 para ganar posiciones y fuerza en la región.
Pero lo que realmente me molesta es que el 9-11 norteamericano sea tan terriblemente recordado y utilizado por nuestros políticos, mientras que el 9-11 europeo (en notación europea, el 9 de noviembre), que tuvo lugar en 1989 y desembocó en la caída del muro de Berlín no sea recordado ni utilizado por todo lo que representó, y que lo que de él se podría haber aprendido se pierda en el baúl de las cosas que no conviene que se sepan. En la europa oriental de la década de 1980, la lucha por las libertades floreció poco a poco para dar lugar a cambios como los que hicieron posible la caída de las dictaduras que oprimían buena parte de esos países. Y el cambio tuvo lugar de forma «tranquila»: no hubo linchamientos, no hubo ahorcamientos en la plaza pública ni nada parecido.
El 9-11 es en Europa sinónimo de algo del todo diferente a lo que es en EEUU. Aquí signo de esperanza, allí de desolación y miedo. Quizá es que el 9-11 europeo está pasado de moda (no se aluda a él en la construcción de los discursos que modelan nuestro mundo) inevitablemente en la Europa disciplinaria actual, pero a mí no me deja de sorprender cómo se nos repite una y otra vez las cosas que generan intranquilidad social pero no se nos habla de las posibilidades de cambio reales que están ahí, al alcance de una ciudadanía que realmente se ponga a trabajar por ello.
Has dado en el clavo:
«…a mí no me deja de sorprender cómo se nos repite una y otra vez las cosas que generan intranquilidad social pero no se nos habla de las posibilidades de cambio reales que están ahí, al alcance de una ciudadanía que realmente se ponga a trabajar por ello.»
No creo que sea casualidad, ¿sabes?
Últimamente he aprendido, que aunque muy, muy pocos, hay un grupo de gente que es extremadamente lista. Hoy me sumo al carro de las teorías de la conspiración.
Yo no digo conspiración. Conspiración suena a algo como puntual, alejado de lo cotidiano. Yo me refiero más a que el ritmo que la rutina mediática se ha impuesto les impide hablar de este tipo de cosas, porque estas cosas conllevan «rupturas». Digamos, discontinuidades de salto finito (no evitables), con lo anterior.
Supongo que conviene mucho más que la gente se preocupe del iPod y del Euribor… así se evitan pensar en cambiar de vida :)
Aunque habría que mirar bajo la alfombra a ver qué ocurrió realmente… Para el amigo que hoy se apunta a conspiraciones y sobre el «otro» 11S, http://www.youtube.com/watch?v=Ngw1YWvzjgc
¿Por qué se insiste tanto desde las esferas que mantienen el poder en la difusión de situaciones adversivas?. Para mantenerse necesita ser deseado, ¿quien nos va a proteger?.
Citando a B.F. Skinner, en Más allá de la libertad y la dignidad «La lucha del hombre en pos de la libertad no se debe al deseo de ser libre, sino a ciertos procesos conductuales característicos del organismo humano cuyo efecto principal estriba en el rechazo o en la huida de ciertos aspectos, que hemos denominado adversivos».
Para que produzca un cambio social, el esfuerzo que ello implica a la cuidadanía debe ser visto por la misma como un avance significativo en contraprestación a la inseguridad que todo cambio conlleva. Pero si bien dicho cambio puede ser positivo para la masa social eso no implica que sea positivo para la estructura del poder dominante en esa época. Es más, todo cambio social significativo a supuesto una ruptura con las estructuras existentes.
No se puede pretender que quienes detentan el poder sean los precursores de los cambios, pues van en contra de su propia existencia y que, como tal sistema establecido, las médidas que promueven son en pos de su afianzamiento y mayor control de la sociedad. Entre estas medidas está la transmisión sistemática de una sociedad en peligro, que debe ser protegida, ¡y funciona!.